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CUANDO LLEGA EL INVIERNO: BENEFICIOS DE LA EQUINÁCEA

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PESCADOS DE RIO GALLEGOS


Al igual que sucede con la caza, la pesca fluvial es otra actividad de siempre. Galicia se define como una comunidad surcada por varios miles de ríos y arroyos, llamados éstos regos o regatos, y, por lo tanto, muy cerca de cada aldea avanza una corriente de agua, lo cual incita a echar el anzuelo. 

Los pescadores, como los de todo el mundo, siempre se quejan de la escasez de capturas, pero la estricta regulación ha permitido conservar una riqueza que no se da en otras partes. 

Sin duda alguna, la trucha es el pez más conocido popularmente, ganándole la partida al escualo, con algunos ríos muy famosos como el Edo, no lejos de Castro Caldelas (Ourense). La trucha se suele preparar frita y con un poco de jamón, plato que lleva nombre foráneo. 

El salmón ve su cotización al alza, y el descenso cuantitativo de piezas hasta niveles alarmantes hace una década ha obligado a las autoridades a tomar cartas en el asunto y a implicarse en su recuperación. Según algunos expertos, hace un par de lustros los ejemplares no sumaban una docena en el Eo, mientras que ahora superan los 300. Pero la capital del salmón no es ese río fronterizo con Asturias, sino A Estrada (Pontevedra). 

No hay que olvidarse de la anguila, que gastronómicamente gana cada día más adeptos, preparada como guiso pero, sobre todo, frita. Gozan de aprecio culinario las cocinadas en la zona del Miño a su paso por Ourense y Pontevedra, y las del río Loio, en las inmediaciones lucenses de Portomarín, aunque procede insistir en que se encuentra en otros muchos enclaves alejados de éstos. 

Y de paso que se cita la anguila, dejemos constancia de que la angula sigue siendo tan apreciada como elevado su precio, si bien en sitios como Tui (Pontevedra) la adoran hasta tal punto de dedicarle una fiesta cada Domingo de Pascua. 

Más humilde es la solla, pescado desprestigiado en otros tiempos y que ahora está haciendo acto de presencia en mesas refinadas y el cual también presume de fiesta propia en Eiras (entre A Guardia y Tui), a finales de agosto.

Pero cuando se habla de río y de gastronomía lo que aparece ante los ojos es una lamprea, un milagro de la naturaleza porque podía haberse extinguido como se extinguieron tantos animales de su tiempo, hace millones de años, pero llegó hasta el siglo XXI. Fea, con ventosas en su parte frontal que le dan un aspecto hasta agresivo, preparada en la cazuela y por lo general acompañada de arroz se convierte en un manjar muy apreciado por los amigos de las exquisiteces. Abunda en el sur de Pontevedra, en partes de Ourense y en algunas corrientes sureñas de A Coruña cercanas a Padrón, y ha dado lugar a varios refranes como en marzo para el amo y en abril para el criado, ya que en esa época hace su aparición en los bosques gallegos el cuco, esa ave que llama insistentemente a su pareja. Y cuando se oye su cú-cú se dice que la lamprea está cucada, lo cual significa que ha perdido las características de sabor y textura que la han hecho famosa. Y ya se sabe: Lamprea cucada, lamprea mermada. O sea, olvídese hasta el año que viene.

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LOS PESCADOS GALLEGOS


La gran despensa de Galicia fue siempre el mar. 

Existen numerosas pruebas arqueológicas que permiten afirmar sin duda alguna que los hombres de la prehistoria recurrían al mar siempre que podían para su alimentación diaria. 

Los abundantes castros costeros o aldeas de hace más de 2.000 años los habitaron personas que o desde la ribera o desde frágiles embarcaciones construidas con cuero y madera capturaban peces que acababan en su estómago, conscientes de que, pasara lo que pasara, el hambre nunca iba a hacer su aparición. 

Dando un salto en el tiempo, el periodista inglés Aubrey Fitzgerald Bell escribía a principios del siglo XX que en las posadas gallegas se encontraba “fácilmente comida sencilla, buena y bien cocinada, huevos, pescado, verdura, carne no tan buena, café, leche e incluso mantequilla”.

Desde un punto de vista histórico, los pescados se prepararon cocidos o a la brasa, colocándolos en una piedra plana al lado de la “lareira” o en algunos casos encima de las propias ascuas y retirándolos cuando el fuego había hecho su labor. La parrillada de pescado es, pues, gallega en su origen, aunque en su forma actual (nombre incluido) proceda de otros lares.

El pescado cocido se solía preparar de dos formas: en “caldeirada” o en guiso.

El origen de la “caldeirada” se pierde en la noche de los tiempos Es un plato que hoy goza de una gran estimación y precio nunca barato. Y aquí hay que distinguir el norte del sur. 

En el norte, por lo general de aguas más bravas, resultaba más habitual que el pescador bien desde tierra pero sobre todo desde su chalana navegando por las seguras rías se hiciese con pescados pequeños. En el sur eran ejemplares de mayores dimensiones (merluza, abadejo...) ya que se solía salir mar adentro y a la “caldeirada” iba a parar el “quiñón” o parte de la pesca obtenida que le obtenía al marinero que trabajaba en el barco de un armador. Pero en cualquier caso, unos y otros acababan cocidos en agua de mar. 

Con el tiempo se fue popularizando la “allada” (aceite, ajo y pimentón bien calientes, mezcla que se echa por encima del pescado y las patatas una vez que salieron de la olla), dando lugar a un nuevo plato cuyo nombre siempre era el del pescado acompañado de las palabras “a la gallega”, por lo general, presentado en cazuela. ¿El secreto? Hay que hablar en plural: el que la materia prima sea muy fresca y el que el punto de cocción sea el justo.

El guiso era símbolo de fiesta y de familias económicamente más acomodadas, e incluía otros ingredientes amén de que su preparación requería más tiempo. Azafrán, pimentón (cuyo uso se populariza a partir del siglo XVIII), pimiento, cebolla, guisantes, tomate... todos o algunos de ellos formaban y forman parte del guiso, aunque también hay que reconocer que es un plato cada vez más abundante, en algunos casos sustituido el pescado por el calamar (o alguno de sus primos) o por las parrochas, que han desaparecido de las “caldeiradas”.

Si hay tiempo para probar, entonces en la comarca de O Baixo Miño (entre Tui y Oia) podrá degustarse un sábalo, en gallego llamado “zamborca”, palabra que da lugar a más de una broma en plena comida ya que una “zamborca” es también una mujer corta de entendederas y de movimientos lentos.

Y un apunte final en este capítulo para hacer referencia a las conservas: apreciadas ya por los dirigentes del Imperio romano, quienes recibían productos de la costa gallega ahumados y/o conservados en sal, en tiempos recientes se entendía que las conservas eran casi un sucedáneo de lo fresco. Hoy en día, aplicando las más avanzadas técnicas, los géneros gozan de una alta estima popular que los ven como productos de calidad y distinción. 

Una curiosidad para rematar el epígrafe: el origen de las conservas modernas gallegas se sitúa en Noia en 1840.

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LAS SARDINAS, AYUDAN A REDUCIR EL COLESTEROL Y CUIDAN LA SALUD DE TU CORAZÓN


- Las sardinas son una fuente accesible, económica y deliciosa de obtener ácidos grasos omega 3, proteínas, selenio y fósforo.

- Si son frescas, la grasa representa el 10% de su peso. Si están conservadas en aceite, la cifra asciende al 14%.

- Las «sardinillas» se comen con espina, lo que las hace muy ricas también en calcio. 

- Otros nutrientes que aportan son las vitaminas D y B6.

- Las grasas del pescado azul son capaces de reducir el riesgo de que se formen coágulos sanguíneos que pueden provocar un infarto o un derrame cerebral. La razón es que bajan la tasa de colesterol malo (LDL), reducen la tensión arterial, protegen las paredes de los vasos sanguíneos, fluidifican la sangre y mejoran su circulación. 

- Por otra parte, el pescado es una de las principales fuentes de proteínas y su consumo garantiza la obtención de toda la vitamina B12 necesaria. Los ácidos grasos responsables de estos efectos son del grupo omega 3. Se trata de grasas poliinsaturadas que, además de cuidar la salud del corazón, contribuyen a proteger el cerebro. Las dietas con un déficit de este tipo de grasas pueden afectar negativamente a su estructura y funcionamiento, y también al aprendizaje y la conducta. De hecho hay investigaciones que relacionan una carencia de omega 3 con la depresión y el declive cognitivo asociado al envejecimiento. Hay que tener en cuenta también que el consumo de alimentos ricos en omega 3, como la sardina, es esencial para la función pulmonar y para prevenir enfermedades como el asma.

ACCIÓN ANTIINFLAMATORIA 

Los ácidos grasos omega 3 tienen otra propiedad saludable: poseen una acción antiinflamatoria que se ha demostrado eficaz para aliviar las molestias de la artritis reumatoide. 

También son útiles en el tratamiento de la colitis ulcerosa, una inflamación de los intestinos que puede tener consecuencias graves y que no siempre mejora con las terapias de la medicina convencional. 

Asimismo, se recomiendan para la psoriaris y las dermatitis, pues alivian el prurito y la descamación, y algunos expertos aseguran que los omega 3 pueden tener un efecto preventivo sobre el cáncer y los trastornos hormonales.

EN LA DIETA HABITUAL 

Las sardinas son una de las mejores elecciones entre los pescados grasos: por su pequeño tamaño, no acumulan mercurio.

Consumo óptimo. 

Para obtener todos los beneficios del pescado azul es suficiente con consumirlo 2 o 3 veces por semana, con raciones de entre 70 g y 150 g. Pero incluso cantidades mucho más pequeñas resultan beneficiosas si se consumen regularmente a lo largo del año. 

Seguridad. 

Es uno de los pescados más seguros porque no acumula apenas mercurio al ser de pequeño tamaño. 

Otras opciones. 

El jurel, la caballa o el congrio son buenas alternativas.



LOS MARISCOS GALLEGOS


Los mariscos se transformaron, durante muchas décadas, en la única tarjeta de visita de Galicia para el foráneo y el elemento promocional número uno. 

Casi todos se dan bien en sus rías, bien en sus aguas cercanas: centolla, gamba, gambón, camarón, percebe, langostino, ostra, mejillón, almeja, berberecho, coquina, “zamburiña”, vieira, erizo, “santiaguiño”, navaja... 

La manera clásica de prepararlos es cocerlos en agua de mar y con unas hojas de laurel, algo que sigue en vigor hoy en día pero por lo general sustituyendo el agua marina por otra del grifo y añadiendo un puñado de sal. Aquí el secreto no es otro que calcular de manera exacta cuándo hay que introducirlos en la olla y el tiempo que tienen que hervir. Los gustos siempre fueron los mismos con algunos de esos mariscos: el percebe se tomó siempre muy caliente hasta quemar los dedos del comensal, por ejemplo, mientras que la centolla fue derivando y se sirve fría pero no en exceso, y, desde luego, sin haber pasado por el frigorífico.

Poco a poco se introdujo una nueva manera de prepararlos: a la plancha, y, por lo tanto, con un fondo de aceite para que no se pegaran y les dieran un toque de sabor, y salpicándolos con sal. Obviamente no todos los mariscos se podían preparar así (percebe, ostra, centolla... quedaban fuera), como no todos podían ir al horno, una preparación que se centró sobre todo en la zamburiña y en la vieira. 

Algunos hicieron in-cursiones, bien recientes, en platos que se elaboraban con los restos, sea dicho en el mejor de los sentidos. Así el salpicón, originalmente una manera de aprovechar aquello que sobraba en restaurantes y en celebraciones multitudinarias, y la langosta, el bogavante, el buey, la gamba y el gambón pasaron a formar parte de ellos como broche de honor, sustituyendo a ciertos tipos de pescado o acompañándolos. Tímidamente están presentes en alguna ensalada, estadísticamente difícil de encontrar, como es el caso de la langosta y el bogavante.

Hay que insistir en que los mariscos no siempre recibieron el reconocimiento de que disfrutan ahora, afirmación que se respalda en dos de los muchos ejemplos de los cuales se puede echar mano. Uno, en Ferrol; otro, en la Costa da Morte.

Ferrol es una ciudad que siempre vivió mirando al mar, bien como la aldea medieval de pescadores que fue, bien como la gran constructora de los mejores buques del mundo desde hace siglos.

En el XIX se inauguró el dique número 2, llamado Reina Victoria. Enorme. Y cuando se vaciaba siempre quedaban en su interior, sin agua, congrios, centollas, nécoras... Todo ello se repartía entre los obreros, y se daba la paradoja de que familias que bastante tenían con sobrevivir día a día se hartaban a comer eso: centollas y nécoras, entre otras cosas. La burguesía no quería ni probarlos.

En la Costa da Morte siempre abundó el percebe, y, aunque ahora los habitantes de esa comarca coruñesa discuten con los del norte de Lugo ya que ambos argumentan que los suyos son de mejor calidad, todavía a principios del siglo XX se cocían en agua de mar con patatas y se añadía lo que se pudiera (una cebolla, un tomate...) y se comía sin más celebración. 

Sin embargo, en el sur de Galicia el prestigio del percebe era mayor, pero siempre discutido en las clases acomodadas, divididas entre los pocos que lo defendían y los muchos que no lo pondrían en su mesa bajo ningún concepto. 

Al respecto, el norteamericano James A. Michener, autor de “Iberia”, un libro muy popular sobre España, visitó Pontevedra en 1966 y dejó escrito que los percebes con los que le obsequió el alcalde de la ciudad le parecieron “patas de pavo podridas, con la piel ennegrecida y suelta y las uñas de los dedos sucias”, pero que cuando se quita esa piel “aparece una carne deliciosa, blanca, algo parecida a la del pulpo, mientras que de las patas, a pesar de lo feas que son, si se sabe hurgarlas por dentro ofrecen pedacitos de carne que sabe al mejor cangrejo”, para terminar asegurando que los comió “con verdadero deleite”.


EL CONSUMO DE PESCADO EN LA LA OBESIDAD, LA DIABETES Y EL CÁNCER.


Es indiscutible que la obesidad representa, hoy en día, uno de los mayores problemas sanitarios de las sociedades industrializadas. La mayor ingesta de alimentos refinados con altos porcentajes de grasas, con un aporte calórico excesivo, junto con el sedentarismo característico de nuestro medio ha hecho de la obesidad un grave problema. Además, sabemos que la obesidad se asocia a un mayor prevalencia de enfermedades cardiovasculares, diabetes tipo II, enfermedades pulmonares, osteoarticulares e incluso algunos tipos de cáncer. 

El consumo de cantidades importantes de pescados se asocia con una disminución del peso. Las dietas ricas en pescado disminuyen la incidencia de obesidad, gracias, por lado, al bajo aporte calórico de este alimento, y por otro, a que al consumir pescados disminuye la ingesta de otros alimentos. 

Por otro lado, recientes estudios en realizados animales, parecer respaldar la posibilidad e que los ácidos grasos de pescado tengan un papel en la modulación de las células del tejido graso. Se ha comprobado que aquellos grupos de personas que consumen una dieta “prudente” que incluya frutas, vegetales, cereales y pescado presentan una menor prevalencia de obesidad y de las enfermedades relacionadas con ella. 

PESCADO Y DIABETES 

Diversos trabajos han demostrado que los ácidos grasos Omega-3 no afectan el azúcar en la sangre durante el ayuno, ni a la hemoglobina glicosilada en personas que padecen de diabetes tipo II. Aparentemente tampoco afectan los niveles de insulina en el plasma o de resistencia a la insulina. 

A pesar de ello, en un reciente estudio epidemiológico, publicado por autores canadienses, realizado en 41 países de los cinco continentes, se observó que la prevalencia de diabetes mellitus tipo II y de obesidad es significativamente más alta en países con un consumo de pescados más bajo que en aquellos en los que se consume pescado e forma habitual. 

PESCADO Y CÁNCER 

El cáncer se ha convertido en una de las plagas de nuestro tiempo, en nuestro país una de cada cuatro muertes tiene su origen en esta patología. Existen muchos trabajos publicados que relacionan la aparición de cáncer con hábitos alimentarios poco saludables y parece que el consumo de una dieta “prudente” en la que se incluyen, frutas, verduras, cereales y pescados, esta relacionado con una menor prevalecía de esta enfermedad. 

Algunos trabajos parecen relacionar el consumo de ácidos grasos omega-3 con un menor riesgo de padecer algunos tipos de cáncer, como pueden ser el cáncer de mama, próstata, páncreas y colon.  

En el cáncer de mama especialmente si se asocian a corotenoides. Los mecanismos propuestos por los que los ácidos grasos omega-3 tendría este efecto protector anticancerígeno son varios: supresión de eicosanoides derivados del ácido araquidónico, influencia en la factor de actividad de transcripción, expresión génica, alteraciones en el metabolismo estrogénico, aumento o disminución de la producción de radicales libres y cambios en la sensibilidad a la insulina y sobre la membrana celular. 

En estudios “in vitro” se ha visto que los ácidos grasos omega-3 parece que pueden estimular la apoptosis celular malignas pancreáticas, lo que podría reducir la proliferación de estas células. Ya sea por uno o varios de estos mecanismos podrían reducir el crecimiento de las células cancerígenas y recuperan el sistema inmunológico de las personas con cáncer. Además, estas grasas son capaces de disminuir la movilidad de las células evitando así la invasión y metástasis de la enfermedad. 

Hay estudios que parecen respaldar la evidencia de que la administración de los ácidos grasos omega-3 eicosapentanoico (EPA) y docosahexanoico (DHA), y no así el alfa-linolenico (ALA), pueden reducir el riesgo de padecer cáncer de próstata. 

En cualquier caso son necesarios más estudios en este sentido antes de poder afirmar, de forma concluyente, el papel de los ácidos grasos de pescado en la prevención de esta enfermedad.


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