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CUANDO LLEGA EL INVIERNO: BENEFICIOS DE LA EQUINÁCEA

¿QUÉ SON ALIMENTOS PREBIÓTICOS, PROBIÓTICOS Y SIMBIÓTICOS?


Probióticos: Son bacterias vivas que se encuentran en ciertos alimentos o suplementos. Pueden proporcionar numerosos beneficios para la salud.

Prebióticos: Estas sustancias provienen de tipos de carbohidratos (principalmente fibra) que los humanos no pueden digerir. Las bacterias beneficiosas en su intestino comen esta fibra.

Las bacterias intestinales, denominadas colectivamente flora intestinal o microbiota intestinal, realizan muchas funciones importantes en el cuerpo.

Comer cantidades equilibradas de probióticos y prebióticos puede ayudar a garantizar que tenga el equilibrio adecuado de estas bacterias para mantener saludable su microbiotica intestinal.

Desde el año 2001, cuando la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) y la Organización Mundial de la Salud (OMS) definieron a los probióticos como “microorganismos vivos que, cuando se administran en cantidades adecuadas, confieren un beneficio para la salud del huésped”, la industria de la alimentación, la industria farmacológica, la medicina y la literatura sobre alimentos fermentados han usado este término de manera tan libre como indefinida. 

Así las cosas, todo era probiótico, un trasplante de materia fecal, un yogur o una cápsula con bacterias liofilizadas. 

La vaguedad de la definición era el problema –y la solución– para el uso del término. La oración incluía cuestiones no medidas o difíciles de definir. Por ejemplo: “cuando se administran en cantidades adecuadas…”. ¿Quién decide cuánto es una cantidad adecuada? ¿Hay estudios clínicos para demostrar la efectividad de cantidades adecuadas? ¿Quién define qué es un beneficio? 

En ese sentido, la definición de prebiótico resultaba complementaria: 

“Ingredientes o sustancias alimenticias no digeribles fermentadas selectivamente que apoyan específicamente el crecimiento y/o la actividad de las bacterias promotoras de la salud que colonizan el tracto gastrointestinal”. 

Combinando estas dos definiciones, nació el concepto de “simbiótico”, desarrollado originalmente en 1995 y mejorado con posterioridad como:

“una mezcla que comprende microorganismos vivos y sustrato(s) utilizado(s) selectivamente por los microorganismos del huésped que confiere un beneficio para la salud del huésped”. 

De esta manera, un alimento o una cápsula podían ser simbióticas en tanto contuvieran la cantidad necesaria de microorganismos que probadamente generaran un beneficio, junto con un sustrato en el cual pudieran reproducirse. 

En la actualidad, la regulación de estas definiciones exige exactitudes que solo estudios de largo alcance pueden proporcionar. Esto es bueno a priori, porque se limita el uso del término para muchísimos productos que han abusado de él. La contracara es que debido a las exigencias, solo productos desarrollados industrialmente podrán ser llamados probióticos. 

“Un simbiótico debe contener un microorganismo vivo y un sustrato utilizado de forma selectiva. Para simbióticos complementarios, los componentes respectivos deben cumplir con los requisitos de evidencia y dosis tanto para un probiótico como para un prebiótico". 

Además, la combinación debe mostrarse en un ensayo adecuadamente diseñado para conferir un beneficio para la salud en el huésped objetivo. Un producto que contiene un probiótico y un prebiótico que solo tiene evidencia para cada componente individualmente, y no como un producto combinado, no debe llamarse simbiótico. 

"Un requisito probatorio clave para un simbiótico sinérgico es que haya al menos un estudio diseñado de manera apropiada del simbiótico en el huésped objetivo que demuestre tanto la utilización selectiva del sustrato como un beneficio para la salud”.  

En términos teóricos, muchos de los alimentos fermentados vivos, podrían llegar a ser probióticos o simbióticos. No podemos decir que lo sean, porque para eso hay que hacer estudios clínicos y a los responsables de hacer estos estudios no les interesa demasiado invertir tiempo y dinero en probar los resultados de preparaciones que no pueden vender y que todos podemos hacer en casa. 

El futuro del uso de los términos “probiótico” y “simbiótico” es de la industria de la alimentación y de la industria médica, que se han apoderado de ellos como anteriormente lo han hecho con “light” o “dietético” y más recientemente con “integral”. 

En el extremo contrario, existe bastante evidencia científica sobre el impacto de algunos alimentos fermentados en poblaciones grandes, como por ejemplo el kimchi en Corea del Sur:

“La funcionalidad de salud del kimchi, basada en nuestra investigación y la de otros, incluye su capacidad anticancerígena, antiobesidad, anticonstipación, promoción de la salud colorrectal, propiedades probióticas, reducción del colesterol, efecto fibrolítico, propiedades antioxidantes y antienvejecimiento, promoción de la salud cerebral, promoción inmunológica y promoción de la salud de la piel”.

Cientos de estudios ratifican algo que las tasas de salud a gran escala confirman: el uso cotidiano de determinados alimentos fermentados en la dieta básica de un país parece tener consecuencias positivas sobre algunos indicadores específicos. 

Esto que nos parece algo nuevo o diferente está relacionado también con nuestra cosmovisión occidental del alimento. En Corea –y perdonen que insista con ese país pero suele ser un ejemplo de cómo la producción de alimentos, la salud y la dieta están ligados íntimamente desde lo personal a lo político–, a nadie le parece raro que comer kimchi esté ligado con mejorar el sistema digestivo. De hecho, hay un kimchi para la resaca, un kimchi para embarazadas y un kimchi para niños, porque se entiende que en cada situación se necesita algo distinto. 

Una mirada un poco más completa u holística del asunto podría decir que allí donde se comen alimentos fermentados, o mejor, donde se fermenta de manera hogareña, se consumen menos alimentos industriales y, por lo tanto, la dieta es más saludable. 

En conclusión, no importa si un alimento fermentado de manera hogareña puede ser considerado probiótico o simbiótico, o si hay evidencias de su efecto como vehículo de salud. 

La humanidad fermenta alimentos desde antes de concebir siquiera la medicina como ahora la entendemos. Desde aquel entonces, esas preparaciones han formado parte del botiquín de nuestra especie. 

Es preferible concentrarse en que son deliciosas, económicas y ecológicas y en que, tal vez, sean una gota de agua más para llenar el vaso de aquello que entendemos como salud. 

¿ES MEJOR CONSUMIR UN PROBIÓTICO A TRAVÉS DE UN ALIMENTO QUE EN CÁPSULAS? 

El paradigma indica que consumir probióticos a través del alimento es ideal para nuestra vida cotidiana, mientras que deberíamos reservar el consumo de cápsulas para tratar algún diagnóstico específico. 

Es importante recalcar que las cápsulas de probióticos se venden en todo el mundo sin receta, puesto que no están declaradas como medicina, sino como suplementos nutricionales. 

¿Qué suplen? 

Adivinaste: alimentos fermentados.

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