Si adquirimos un cachorro durante nuestro periodo de vacaciones, rápidamente debemos acostumbrarlo sobre todo a permanecer solo. No debemos esperar a la vuelta al trabajo: seria demasiado duro para él. Si se ha pasado los quince días de Navidad mimado por todos, reaccionará muy mal cuando vea cómo se vacía la casa de gente un lunes por la mañana.
Nuestra partida El punto esencial de este aprendizaje es el de no «ritualizar» nuestra despedida: es decir, no dar signos evidentes y repetitivos cada vez que nos vamos (buscar las llaves, ponerse el abrigo, abrazar al perro, etc.).
El ritual
Tenemos que evitar, al menos al principio, que el cachorro note los signos de una ausencia próxima y nuestra eventual ansiedad. Si el propio amo se culpabiliza de dejar al animal solo, este demostrará su ansiedad antes de que el amo se vaya, lo que a su vez aumentará la culpabilidad del amo, y todo esto afectará de forma negativa a la situación.
El punto de partida de este círculo vicioso será la actitud del amo. Dando importancia a una situación que debe ser natural (el amo se va y el perro se queda solo), se crea una doble ansiedad (la del amo y la del animal). El miedo de uno activa el miedo del otro, y viceversa. Tenemos que evitar llenar, por ejemplo, la escudilla del perro antes de irnos como si no fuéramos a volver en quince días. Puede esperarse hasta la noche para comer. Al cachorro le encantará que nos ocupemos de él con tanto cuidado, y luego, cuando nos vayamos, se quedará sorprendido y decepcionado al vernos marchar.
No es positivo acariciarlo como si no fuéramos a verlo más y colmarlo de palabras amables. El sentimiento de abandono será mucho más fuerte después de estas expresiones de ternura. Tampoco debemos irnos a escondidas y sin hacer ruido. El perro tiene que ver cuándo nos vamos.
LAS PRECAUCIONES QUE DEBEMOS TOMAR
Lo único que tenemos que hacer es predecir nuestro partida y no empezar, por ejemplo, a jugar con la pelota cinco minutos antes de dejarlo solo. Lo más sencillo es no ocuparnos de él el cuarto de hora antes de nuestro marcha. Debemos dejarlo tranquilamente en su rincón. Tenemos que preparar nuestros llaves y el abrigo antes, y así evitaremos dar vueltas por toda la casa para encontrarlas y asustar con ello al perro. Es conveniente sacarlo para que haga sus necesidades antes de marcharnos, pero no justo antes. Hay que evitar que esto se transforme en «signo» de partida. Esta salida es inútil para los cachorros que no pueden contenerse durante largo tiempo. Conviene también evitar dejar algún objeto frágil o peligroso al alcance del cachorro.
La soledad existe
Nuestro cachorro se dará cuenta antes o después de que nos hemos ido. Así pues, está solo y la situación se complica.
Para pasar el tiempo
Para empezar, debemos dejarlo solo durante espacios de tiempo cortos para que comprenda que volvemos siempre. Esto es muy importante para cachorros que han vivido en refugios y que a menudo han sido abandonados. Quizá no distingan entre cinco minutos y media hora, pero tienen una cierta noción del tiempo que pasa. La primera vez podemos dejarlo solo durante unas dos horas. Puede ser útil las primeras veces dejarle la televisión o la radio encendidas. Estas estimulaciones visuales y sonoras permiten atenuar a veces el sentimiento de desamparo total debido al silencio.
Pero existe un punto de controversia acerca de esta técnica. Algunos especialistas piensan, por el contrario, que el hecho de poner la radio muestra al cachorro que nos vamos y provoca su ansiedad. Podemos enchufarla un poco antes de irnos (probemos y veamos cómo reacciona). También podemos dejarle huesos de cuero para que muerda y juguetes para que se entretenga. Algunos perros necesitan ser útiles para sentirse bien. El papel más fácil que le podemos dar es el de guardián. Podemos dejarle al cachorro un objeto (sin valor) que nos pertenezca para que lo vigile: un bolso, un jersey, etc.
El espacio
Tenemos que evitar encerrar al animal en una habitación que no es habitual para él, para limitar los destrozos. Es verdad que es muy tentador dejar al perro en el cuarto de baño, porque es muy difícil que consiga destruir el lavabo, pero esto será muy mal percibido por nuestro animal: considerará este «aislamiento» como un castigo del que ignora la causa. El sentimiento de injusticia también existe en ellos.
Tampoco es muy útil abrir las puertas o las ventanas del jardín o del balcón para que tenga más espacio. Los riesgos de accidentes son seguros. Además, el perro puede excitarse por el paso de la gente o de los animales del exterior y ladrar, mientras que estando en el interior no lo hubiera hecho. Ya nos hemos ido.
¡Cuidado con la vuelta!
Nuestro regreso La ventaja de las ausencias cortas es la esperanza de que los destrozos sean mínimos. No es siempre así, porque algunos cachorros son de una destreza y de una rapidez ejemplares en el arte de la destrucción.
Tenemos que evitar castigar al perro si se han producido algunos destrozos. Es verdad que o veces es muy duro mantener la calma cuando nuestra mejor silla está completamente destrozada. El castigo nos calmará, pero no será eficaz para una próxima vez. En efecto, el perro lo asociará con nuestro retorno y no con sus disparates, y con cada retorno, se reproducirán las escenas de miedo: fugas, deposiciones, etc. (ya hemos visto que el perro no puede entender el castigo en diferido). Lo único que debemos hacer es ignorar al perro. Debemos poner todo en orden cuando no esté presente. Obtendremos muy buenos resultados gracias a la educación positiva. Si hay destrozos debemos ignorarlo durante una hora.
Si no hay destrozos, lo felicitaremos efusivamente, pero después de respetar un tiempo de descanso. Dejaremos nuestras cosas y luego nos giraremos hacia él y lo felicitaremos. El momento de descanso permite no asociar la recompensa a nuestra retorno, sino a su buena conducta. Esto tenemos que hacerlo después de una ausencia corta para que relacione inmediatamente nuestras caricias con su buena conducta.
Los sentimientos
Estamos contentos de volver a verlo, y él también. Esto está muy bien, pero nuestro retorno no puede transformarse cada vez en un reencuentro. Debemos intentar contener nuestra emoción y acariciar a nuestro perro cuando esté más tranquilo.
Cuando el aprendizaje de la soledad se haya acabado, podremos dar rienda suelta a nuestras emociones. De lo contrario, el perro, esperando que volvamos y le hagamos fiestas, «se preparará». Se pondrá nervioso, cogerá un zapato, lo mordisqueará y así comienzan los desastres.
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