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CUANDO LLEGA EL INVIERNO: BENEFICIOS DE LA EQUINÁCEA

COMO EDUCAR A LOS HIJOS CORRECTAMENTE. NIÑOS REBELDES


Cuántas veces habremos escuchado: «No estoy preparado/a para tener un hijo». Esta afirmación tan rotunda puede tener que ver con la ausencia de un entorno familiar favorable, con una precaria situación económica o con el poco gusto por los pequeños, pero en muchas ocasiones responde a la falta de preparación para afrontar una aventura que requiere responsabilidad y orientación a lo largo de toda la vida. 

Hay padres que piensan que a los hijos hay que cuidarlos, protegerlos, mandarlos a la escuela, alimentarlos y vestirlos, y olvidan una lección básica que va a marcar la vida del niño: la educación. 

Esas buenas maneras que procuramos los adultos para tener éxito en la vida y distinguimos socialmente son, si cabe, más importantes en los pequeños, ya que de un correcto y prematuro aprendizaje van a depender sus comportamientos posteriores, en su adolescencia y madurez.

Cuesta inculcar a los pequeños la costumbre de pedir por favor las cosas y dar las gracias. En esta web hay otro apartado dedicado al gracias y el por favor enfocado a adultos. Si me remito a él en estas líneas es para justificar la importancia de que cada ser humano adquiera ciertos comportamientos desde sus primeros años de vida, pues el paso de los años y la edad dificultan más el aprendizaje.

Hay trucos que sirven para motivar al niño y conseguir de él lo mejor que es capaz de dar. En el caso de hacerle pedir las cosas por favor, una vía es hacede comprender que eso que él quiere lo va a conseguir con mucho menos esfuerzo si utiliza la fórmula mágica, la expresión por favor. Cuando tenga que dar las gracias recuérdele que esa persona a la que debe un agradecimiento se va a sentir mucho mejor si oye de su boca un sincero gracias y, probablemente, la próxima vez que tenga que pedirle algo, se lo preste sin dudarlo.

Existe una problemática en tomo a la educación de los hijos que convierte a los padres en cómplices de sus malos modos, sin que los adultos ni siquiera se den cuenta de su error. Los adultos creemos estar en posesión de la verdad por la credibilidad que nos confiere la experiencia, y no nos damos cuenta de que la mejor manera de transmitir ese saber no es con la crítica o la orden imperativa. 

Uno de los secretos más eficaces en la educación de nuestro hijo es el uso de las afirmaciones positivas, en lugar de las negaciones, para lograr que nos obedezca. Valga como ejemplo la siguiente frase: «Pablo, no interrumpas a los mayores si están hablando». Esta frase, aunque se entiende que con ella pretendemos dar al niño una pauta de comportamiento lógica, puesto que es de mala educación hablar e interrumpir a otra persona que está hablando, le está transmitiendo una orden negativa, le obliga a dejar de hacer algo; en definitiva, le niega la posibilidad de hacer algo que él quiere hacer. 

Las normas han de ser positivas. La frase adecuada sería: «Pablo, habla cuando nadie esté hablando, para que podamos escucharte». Así de sencillo, sólo cambia el sentido de la oración, pero pasa de ser una prohibición a ser un consejo.

Una de las mejores maneras para transmitir a su hijo buenos modales es elogiarle cuando haga uso de ellos. Los niños necesitan del elogio constante, sin caer en la condescendencia. Es muy positivo que cuando su hijo haga algo de lo que usted puede sentirse orgulloso se lo diga, le halague y con ello le haga sentir importante.

Si le recordamos con una frase de gratitud o de halago lo que hace bien, si nos mostramos contentos con su comportamiento, él se crecerá y por agradarnos volverá a comportarse de tal modo. 

Frente al elogio existe otra posibilidad, la que consiste en hacer de menos al niño que se comporta mal. Sin hacer crítica, sin descalificarle, que también puede volverse en contra nuestra porque desarrolle en él la rebeldía, se puede optar por elogiarle cuando haga algo bien e ignorarle completamente cuando lo haga mal. Será una lección que asimilará muy rápido.

En cualquier caso, no hay que excederse en los elogios. Huya de los agasajos banales y de las frases hechas: «Pero qué listo es mi niño», «Eres la niña más bonita del mundo» o «El más inteligente de todos eres tú». La mayoría de los padres no saben el daño que pueden llegar a hacer estas frases. Pueden crear inseguridad al niño, que, acostumbrado a escucharlas, espera el mismo trato de todo el mundo y se siente desplazado cuando no las escucha. Opte por la admiración más realista pero más comedida, y no sólo se sirva de palabras, a veces un gesto de aprobación es más efectivo: «Estoy orgulloso de ti» o «Me parece bien la forma que tienes de comportarte» (quizá una palmadita en la espalda puede hacerle reaccionar positivamente).

Para inculcar al niño buenos modales en la mesa existen también ciertos trucos. Se parte de la idea de que hay que enseñarle básicamente a usar los cubiertos, a pedir permiso para levantarse de la mesa, a no empezar a comer antes que el resto, a usar la servilleta correctamente y a no hablar con la boca llena. Es cierto que las cosas se asimilan mejor poco a poco y en pequeñas dosis, pero no olvide que los niños son los que más rápidamente aprenden. 

Tenga también en cuenta que si el niño se acostumbra a hacer mal alguno de los actos que requiere la buena educación en la mesa, será más difícil corregirla que aprenderla bien desde el primer momento. Por ello, no está de más que le intente educar en todos los aspectos que contemplan las buenas maneras en la mesa, que le dé incluso una lección de todas las cosas a tener en cuenta y después se sirva del juego de las recompensas.

Cada padre o madre debería tener muy presente que siempre es mejor premiar los buenos actos con recompensas que amenazar ante los malos con castigos. En el caso de la comida premie a su hijo con llevarle al restaurante que más le guste si demuestra buena educación y comportamiento. Si, por el contrario, no quiere aprender o pone impedimentos, no le castigue, corríjale; no le dé su premio, pero no use la técnica de la amenaza y el castigo, es contraproducente.

Distintas teorías pedagógicas apuntan que los cuatro primeros años de vida del niño marcan el resto de su vida, y que las costumbres que aprende de los padres marcan sus distintas pautas de comportamiento posteriores. Por tanto, le resultará muy difícil inculcar ciertos valores en su hijo si él no los ve en usted.

Otra máxima que deberá tener en cuenta si quiere triunfar en la tarea de educar con éxito a su hijo es que los niños casi siempre son más inteligentes de lo que usted cree o de lo que le hacen creer. A veces ponen en práctica verdaderos juegos estrategas para que los padres no sepan cómo dóminarlos. A continuación le ponemos algunos ejemplos de sus diversiones favoritas:

1. En su mundo. 

Hay niños que viven sumergidos en su mundo particular, en el que no permiten que nadie entre sin permiso. Al margen de las situaciones especiales de niños con problemas específicos, los que viven en su mundo lo hacen de manera consciente con el fin de no ser molestados ni obligados a hacer algo que no quieren hacer. Así, esta pose les sirve para no acudir nunca cuando se les requiere, para no responder cuando se les pregunta, para no inmutarse cuando se les llama. La mejor táctica a emplear en estos casos es usar su misma arma. Si le llama para comer y no acude, no despliegue su talante paternalista; en su propio beneficio empiece a comer, no rompa el ritmo cotidiano de sus costumbres y si no llega a tiempo dígale, sin un ápice de enfado, que la comida se acabó, que espere a la cena. Será difícil que al día siguiente no esté sentado el primero a la mesa.

2. Los contestones. 

Hay niños que hacen de su capa un sayo y toman por costumbre contestar absolutamente a todo lo que se les dice. Algunas veces con razón y la gran mayoría sin ella, estos niños se sirven de la respuesta por sistema, en una suerte de actitud amenazante que les dota de seguridad. Suelen ser niños difíciles y los más capaces de hacer perder los nervios a sus padres. Una de las actitudes que usted puede tomar es la de ignorarlos, pero en ocasiones conseguirá con ello exaltar aún más su personalidad contestataria. 

Necesitará mucha paciencia. Uno de los secretos es mostrar una actitud dialogante con ellos e incluso cuando esté a punto de cometer una locura, mantenga la calma, no le dé ninguna excusa a la que amarrarse. Dicen que dos no discuten si uno no quiere, y él, lo que inconscientemente busca, es el enfrentamiento.

3. Los rebeldes. 

La rebeldía es un rasgo muy presente en la personalidad de los niños y adolescentes. Es otra actitud ante la vida que les impide razonar sobre el bien o el mal de las cosas, simplemente su manera de actuar es ir en contra de todo lo establecido y de cualquier tipo de norma. El diálogo será un modo de hacerles ver que las cosas no son porque sí, sino que cada regla existe por necesidad y hay una manera de actuar, un canon de comportamiento. Por eso, y aunque vaya en contra de la creencia de los padres, lo mejor en estos casos es no echar nunca palabras al aire y tratar de explicar el porqué de cada orden, de cada petición, con el fin de que su hijo sepa que tiene obligaciones y que cada una de ellas tiene una razón de ser.

4. Los que van de víctima. 

Es difícil delimitar cuándo el prototipo de hijo víctima de la sociedad, de sus padres, de sus amigos o del colegio es así de forma natural o también persigue un fin con sus actos. Lo peor que usted puede hacer si éste es su caso, será compadecerse del niño, entonces estará atrapado y su hijo siempre sabrá cómo conseguir sus metas. Una cara triste, una lágrima a tiempo, pueden conseguir un sí por respuesta y su hijo lo sabe. No se haga de miel ante una expresión de tristeza de su hijo; valore la realidad y si de verdad el niño tiene razones para comportarse de tal manera. Si no las tiene, no ceda, le hará un favor.

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