El sistema digestivo es una de las estructuras más importantes de tu cuerpo. A través de la digestión extraes los nutrientes, vitaminas y electrones que necesitas para vivir una vida energizada, nutrida y equilibrada.
Tu salud emocional también está relacionada con tu salud intestinal, que se rige en gran medida por las bacterias, también conocidas como microbioma, en tus intestinos.
Cuando tu salud intestinal es buena, te sentirás equilibrado. Cuando estás apagado, lo más probable es que experimente síntomas desagradables como estreñimiento, diarrea, eructos, hinchazón y gases, y tu salud emocional también se verá afectada.
Hay más en el dicho "sigue tu instinto" que la toma de decisiones por sí sola. Tu intestino es realmente la brújula de tu cuerpo.
En un intento por ayudarte a reconocer los signos de una buena salud digestiva y, a su vez, comprender cuándo tu sistema digestivo no funciona bien, hemos preparado unos consejos básicos para ti.
Con frecuencia oímos aquello de «somos lo que comemos», una máxima que tiene mucho de verdad, pero no deja de ser una simplificación de un tema complejo.
¿Que puedo hacer para favorecer una buena digestión?
Comer es una necesidad vital y puede ser un auténtico placer. Lo ideal sería que a una buena comida le siguiera una buena digestión.
Una digestión sana consiste en ingerir, descomponer y absorber con éxito los nutrientes indispensables que mantienen nuestros tejidos y nos proporcionan la energía necesaria para vivir, además de eliminar correctamente los desechos resultantes del proceso digestivo. No digerir bien de forma asidua puede dar lugar a diversos problemas de salud.
Las causas de una mala digestión pueden ser múltiples: desde algo tan simple como una comida copiosa o demasiado rápida, hasta el estrés, pasando por el consumo excesivo de alimentos muy procesados, los fármacos o la falta de ejercicio.
Otros factores, tanto internos como externos, que pueden influir en la digestión son la genética heredada o el entorno que nos rodea (la calidad del aire y el agua del lugar donde vivimos o el entorno sociocultural que prima una dieta sobre otra). Somos lo que comemos, cómo comemos y... ¡un buen puñado de otras circunstancias!
El proceso digestivo
El largo proceso de ingestión, descomposición mecánica y química, absorción y excreción llamado digestión es un esfuerzo conjunto de múltiples órganos y organismos. Cualquier alimento que ingerimos (pongamos un desayuno) comienza un largo viaje de transformación en el mismísimo instante en que entra en nuestra boca. Unas 55-62 horas después y tras un recorrido de unos 10-11 metros, el desayuno transformado más allá del reconocimiento abandona nuestro cuerpo.
Entre un extremo y otro, se va descomponiendo en productos cada vez más pequeños y asimilables que terminan, en parte siendo convertidos en nutrientes y absorbidos por el torrente sanguíneo y el resto del cuerpo, y en parte convertidos en desechos que se evacuan por el ano.
La digestión comienza en la boca cuando el desayuno se mastica y mezcla con la saliva hasta convertirse en el bolo alimenticio.
Descendiendo por la faringe y el esófago, el bolo llega al estómago, donde puede pasar entre dos y tres horas, pero no precisamente descansando, pues es agitado constantemente mediante contracciones y mezclado con los jugos gástricos hasta convertirse en una pasta medio sólida, medio líquida: el quimo.
Así transformado, el desayuno entra al intestino delgado, cuyos movimientos peristálticos lo empujan a lo largo de unos 6 metros durante unas 8 horas y donde se mezcla con secreciones de las glándulas intestinales, bilis de la vesícula biliar (inicialmente producida por el hígado, la bilis neutraliza ácidos y ayuda en la digestión de grasas) y jugos del páncreas (que descomponen carbohidratos, proteínas y lípidos) hasta sufrir otra transformación.
Una parte queda convertida en sustancias nutritivas, tan diminutas, que pueden atravesar las paredes intestinales e incorporarse al torrente sanguíneo.
Otra parte pasa al intestino grueso o colon y permanece hasta 3 días sometida a movimientos suaves que permiten la máxima retención de agua y un último aprovechamiento de nutrientes.
Finalmente, los compuestos que no han sido aprovechables durante el proceso digestivo abandonan el cuerpo por el recto en forma de heces impulsadas por fuertes movimientos peristálticos.
Algunas formas de contribuir al éxito de la digestión:
1. Ayuda al estómago masticando bién la comida. Muchos de los jugos gástricos del estómago se generan durante la masticación. Engullir los alimentos sin masticar bien hace que este órgano tenga que invertir mucha más energía en su trabajo (entre ellos, matar microbios presentes en los alimentos) y la digestión se hace más lenta y pesada. Además, comer deprisa hace que se trague aire, lo cual puede provocar molestias como gases y dolor abdominal. Aun cuando la comida sea sana, si no se mastica bien, no está garantizada la adecuada absorción de nutrientes. Destina tiempo suficiente para las comidas y convierte ese momento en una pausa agradable donde relajarse, disfrutar y masticar bien cada bocado.
2. Mima tu macrobiótica limitando los alimentos procesados o irritantes.
El cuerpo humano no es autosuficiente en su funcionamiento, pues recibe apoyo de diminutos organismos en sus funciones metabólicas (obtención de energía a partir de alimentos) y defensivas (protección ante patógenos). La microbiota es un complejo conjunto de microorganismos que habitan en todo el cuerpo, pero principalmente en el tracto digestivo y en gran parte en el intestino grueso. Los alimentos procesados o ricos en grasas saturadas (por ejemplo margarinas, lácteos enteros, embutidos o aceite de palma), los fritos, el alcohol, la cafeína, las carnes rojas o los azúcares refinados interfieren en la estructura y composición de estas bacterias beneficiosas dificultando sus tareas digestivas.
3. Favorece la secreción de importantes hormonas comiendo con consciencia y moderación.
Prestar atención a la comida en lugar de comer «en segundo plano» mientras hacernos otra actividad, no solo es más placentero (al segregarse dopamina, la hormona de la felicidad), sino que permite reconocer cuándo hemos comido suficiente (al segregarse leptina, la hormona de la saciedad). Cuánto es suficiente dependerá de las circunstancias individuales de cada persona. Comer en exceso sobrecarga el sistema y hace que el estómago tenga que producir más jugos gástricos, cuya acidez puede irritar sus paredes e incluso salir hacia el esófago y producir reflujo gastroesofágico.
4. Evita el sedentarismo y haz ejercicio o yoga.
Caminar a diario, hacer ejercicio aérobico o cualquier otro deporte siempre es beneficioso y eso incluye mejorar el sistema digestivo.
La práctica del Yoga puede venir al rescate inmediato para aliviar los síntomas de una mala digestión. Con posturas que masajean suavemente el área gastrointestinal y liberan los tejidos conectivos de esta zona podemos aliviar la sensación de congestión o pesadez, la acidez, los gases o incluso el estreñimiento. También podemos fortalecer el chi digestivo potenciando el flujo armónico de energía por los canales de los principales órganos de digestión, lo cual les ayudaría en sus funciones.
A largo plazo, la toma de conciencia que promueve el Yin Yoga puede animarnos a cambiar hábitos dietarios.
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