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CUANDO LLEGA EL INVIERNO: BENEFICIOS DE LA EQUINÁCEA

EDUCA A TU PERRO PARA QUE SE LLEVE BIEN CON OTROS ANIMALES Y DESCONOCIDOS


Un perro tiene que respetar los lugares por los que tiene que moverse. También debe respetar a las personas con las que vive y a las que se encontrará tanto de forma regular como de forma ocasional. Los «demás» también son los otros animales. Ya veremos cómo actuar para hacer que un perro ya instalado en un lugar acepte a otro animal. Esta aceptación de los demás forma parte de su educación. 

Una de las bases de este aprendizaje es poner rápidamente al cachorro en contacto con los «demás». Sí no podemos recibir en nuestra casa a personas o animales, entonces tenemos que ir a su encuentro. Pasearemos a nuestro cachorro en cuanto sea posible por los mercados, las estaciones, etc. No debemos asustarlo, tenemos que esperar a que camine correctamente con la correa. Pero tiene que estar en contacto con los demás, y para ello es necesario que esté correctamente vacunado. 

Del mismo modo, tenemos que ir con él por los parques por donde se pasean otros perros. Tenemos que enseñarle perros, pero también gatos y pájaros. Un gato jugando con un dogo alemán no tiene nada de excepcional, siempre que la socialización se haya hecho cuando era joven. Veremos cuáles son las reglas que se tienen que respetar. También veremos cómo abordar las relaciones del perro y del niño.

En este post, dedicado al aprendizaje de los demás, veremos que la educación del amo es tan importante como la del perro. Es necesario, en efecto, que los propietarios estén convencidos de la necesidad de este tipo de aprendizaje. A menudo esto no parece importarles, porque se trata de situaciones que se presentan de forma ocasional. 

Un perro debe adaptarse a todas las situaciones. Además, la situación del amo puede cambiar: matrimonio, hijos... El perro tiene que ser capaz de aceptar nuevas personas en su entorno. El amo no debe encontrarse ante el dilema de escoger entre su perro y su nueva vida. Podemos clasificar a los demás en dos categorías: la familia y los amigos próximos, que el perro verá muy a menudo, y los desconocidos, que sólo encontrará alguna vez en nuestra casa o se cruzará con ellos por la calle. 

Trataremos en un tercer apartado de la relación de nuestro perro con los demás animales. Ya hemos señalado que el punto de referencia que supone la familia es muy importante para él. Tiene que identificar rápidamente a sus miembros para saber a quién tiene que obedecer. Debido a esto, se aconsejaba evitar, durante las primeras semanas; las «visitas guiadas» de los amigos. Hay que dejar que el cachorro se acostumbre a su familia. Para que sus puntos de referencia se establezcan son necesarios unos quince días.

La familia

Distinguiremos entre las relaciones del animal con los adultos y con los niños. El aprendizaje consistirá en hacer entender al animal esta diferencia, para evitar cualquier accidente. Pero tendrá que obedecer a todo el mundo.

Los adultos

Este término engloba a los amos y a todos los adultos con los cuales el perro convivirá de forma regular en su casa, en ausencia o en presencia del amo: es decir, también el personal de la casa. En efecto, es importante que si hay algún empleado trabajando en nuestra casa, pueda tener una cierta autoridad sobre el perro. Esto es a menudo delicado. El perro, durante nuestras ausencias, considera que él es el encargado de guardar la casa. Aceptará muy difícilmente la presencia de una persona desconocida y que además invade sus dominios y los de sus amos. 

Los adultos familiares son también los amigos y, particularmente, aquellos a quienes podríamos dejar el perro para su cuidado. Esto tenemos que prevenirlo con tiempo.

Los amos

Insistimos sobre el hecho de que, aunque uno de los miembros de la familia se encarga de forma más enérgica que los demás de la educación del cachorro, todos tienen que mantener la misma actitud ante él. Esto tiene que salir de nosotros, pero también tenemos que enseñarle a respetar a la familia lejos de la presencia del amo. De lo contrario, nos daremos cuenta enseguida de que el cachorro ha tomado como punto de referencia al más indulgente. Esta situación de desobediencia total de un perro en ausencia de su amo es muy frecuente. 

Si el perro «siente» a su amo, aunque esté lejos, obedecerá a otra persona. Si, por ejemplo, un miembro de la pareja está en el jardín con el perro y el otro está en la casa, no habrá ningún problema. Si uno de los dos se va, el perro se vuelve un verdadero demonio. Se trata de una actitud que el cachorro adopta muy rápidamente. Por lo tanto, tenemos que estar atentos durante las primeras semanas de la educación. En cuanto este fenómeno aparece, la persona en situación de menos autoridad tiene que solucionar imperativamente el problema ella sola. No debe en ningún caso pedir ayuda a la que tiene más autoridad. El perro interpretará esta demanda de ayuda como una debilidad y será todavía más desobediente. 

La persona menos autoritaria tiene que obtener la realización de la orden en el momento justo. De lo contrario, el castigo puede ser eficaz pero no sistemático. El perro percibiría entonces que la autoridad sólo está basada en la reprimenda, algo muy negativo. Aunque esto no vaya con el carácter de algunas personas, también deben tomar parte en la educación del animal si están en contacto con él de forma regular.

Los empleados

Es primordial que el perro obedezca a las personas que trabajan en nuestra casa. Para ello, es necesario que esté educado correctamente, pero también que los empleados sepan hacerse respetar. Ahora veremos cómo debemos actuar. Tenemos que estar presentes durante el primer encuentro del empleado con el perro, y no debemos aceptar que nos siga por todas partes. Tiene que quedarse en su cesta durante la primera visita. Sólo así comprenderá que no es el amo del lugar cuando el empleado esté solo con él. 

Después tenemos que ausentarnos durante una hora dejando al perro solo con la persona. Si se ha comportado bien, felicitaremos al perro. A continuación permitiremos al empleado dar órdenes al perro en nuestra presencia como: «iSentado!» o «iVe a tu cesta!». El perro tiene que aceptar la presencia del empleado, pero también tiene que entender que esta relación no es afectiva. No debe buscar las caricias sin cesar. Esta «neutralidad» afectiva es dificil de admitir a veces, tanto para uno como para el otro.

EL CASO DEL CARTERO

Sucede a veces que el perro muerde al cartero, y esto no tendría que producirse en ningún caso. Tenemos que reconocer que estos mordiscos son debidos muy a menudo a la actitud del amo, debida en este caso no a la maldad, sino a la ignorancia. El cartero, que toca los buzones, es para el perro un provocador. Está tocando su territorio; el perro no puede responder, porque se encuentra en la casa o en el jardín, y además, el cartero tiene la desfachatez de irse y volver cada día. El día en que el perro tiene la posibilidad de morderle, lo hace. 

Los amos, pensando que hacemos lo correcto, encerramos al perro o lo mantenemos con el collar para evitar los mordiscos, Esto refuerza el sentimiento de injusticia del perro, al que, de esta forma, impedimos «defenderse». Es necesario que el amo deje entrar al cartero en el jardín desde el primer día. El perro tiene que quedarse detrás y, al final de lo conversación entre el amo y el cartero, el perro podrá venir a saludar.

Los niños

El contacto perro-niño, contrariamente a lo que se suele oir, no es innato en el perro. Algunos perros son dóciles con los niños, porque forma parte de su carácter. Pero los que no son así al principio, también pueden aprender a serlo. No es normal desconfiar de la acritud de nuestro perro con nuestros hijos. Hablaremos luego del caso de los niños desconocidos para el perro, algo que es totalmente diferente. 

El perro puede estar en casa antes de la llegada del niño o llegar después de su nacimiento. Consideraremos los dos casos.

- El niño ya está en casa 

Hemos decidido adquirir un cachorro. Sea cual sea la edad del niño, el nuevo perro no debe manifestar ningún signo de agresividad contra él. Si se trata de un bebé, todo el trabajo de educación se dirigirá hacia el perro, pero a partir de los cinco u seis meses, también podremos hacer tomar conciencia al niño de la actitud que tiene que adoptar frente al perro, aunque la educación del niño no la tratemos aquí. 

Hablemos simplemente del cachorro. El primer principio es el de la separación. El cachorro no debe dormir ni en la cama ni en la habitación del niño. El animal buscará su compañía, pero, aunque esto parezca encantador, no debemos fomentar esta actitud. La razón es que el cachorro crecerá y se hará adulto mucho más rápido que el niño y podrá transformarse en protector. Tenemos que mantenernos siempre con una relación jerárquica. El niño tiene que ser considerado por el perro como un amo y no como un protegido, y tiene que poder hacer que el perro le obedezca durante nuestra ausencia. 

Es importante, por ejemplo, que un niño pueda sacar él solo al perro o pueda quedarse con él en la casa. Para ello, podemos pedir al niño que enseñe ciertas órdenes al cachorro como ya hemos visto: « Sentado!», «¡De pie!» o a caminar con correa. Esto permite crear relaciones jerárquicas con suavidad. Podemos dejar al animal sólo con el niño en una habitación para que lo oiga bien. Sólo debemos interponernos si el animal pone demasiado a prueba al niño y la relación se vuelve peligrosa. De lo contrario, el cachorro sentirá que el niño es débil y necesita de nosotros para hacerse respetar.

El niño llega

El perro está con nosotros desde hace algunos años. El recién nacido es percibido entonces como un intruso. El aprendizaje de la aceptación de este otro es mucho más delicado, porque el perro ya está educado. Tenernos que enseñarle algo nuevo cuando su comportamiento ya está formado. No hay nada imposible, aunque se tienen que superar algunas dificultades. 

El perro tiene que aceptar al niño, pero somos nosotros los responsables de que lo acepte. Al principio, tenemos que mantener el mismo ritmo de vida. Tenemos que sacar al perro tan a menudo como antes. Si la nueva «madre» no puede sacarlo cuando sí lo hacía antes, tiene que acariciarlo más, hablarle para que no se sienta abandonado de repente. También podemos preparar al perro para esta nueva llegada. Dos o tres semanas antes del nacimiento disminuiremos de forma progresiva el tiempo que pasamos con el perro para que la diferencia sea menos brutal a partir del nacimiento. 

A continuación, debemos dejar, estando atentos evidentemente, que el perro conozca al recién nacido. Sin permitir grandes lamidos, dejaremos que se acerque a la cuna. Evitaremos rechazar al perro cada vez que nos ocupamos del bebé, porque él lo entenderá como una injusticia e intentará acercarse a la cuna a nuestras espaldas. 

Por otra parte, tenemos que pedirle que se siente y que no salte al lado del niño. El perro entenderá enseguida que este intruso es frágil, pero que aceptamos su presencia junto a él. No debemos olvidar que siempre existirán «riesgos» con un animal instalado desde hace mucho tiempo en una casa sin niños. Para reducirlos, tenemos que enseñar a nuestro animal a no entrar en contacto directo con el bebé. No debemos rechazar al perro si se acerca, pero cuando haya olido al bebé en nuestra presencia debemos decirle: «iSentado!», mostrando con el dedo el lugar opuesto a la cuna. Cuantas menos prohibiciones se le hagan al perro con respecto al bebé, más rápidamente y sin problemas lo aceptará. Pero no debemos dejar nunca solos al perro y al bebé. 

El recién nacido llora, se ensucia y no huele todavía como los de su especie: los humanos. Por lo tanto, el perro no lo reconoce como hombre. Así pues, el animal pensará que es correcto eliminar a esta «cosa» intrusa y molesta. Al crecer, el bebé será identificado como un humano por el perro.

Los desconocidos

También aquí estableceremos una diferencia entre los adultos y los niños. Pero en este caso serán personas que el animal se encontrará por la calle o que invitaremos a casa de forma excepcional.

Los adultos

Consideraremos los casos de las personas que encontramos en la calle y los casos de las personas que nos visitan en casa.

En casa

El problema se centra en el hecho de que el perro está en su casa. Su instinto lo empuja a defender su territorio frente a los desconocidos. Así pues, tenemos que enseñarle a no meterse en lo que no le concierne. En efecto, el perro no tiene por qué venir a oler a las personas que vienen a vernos de forma excepcional. Los carteros, desgraciadamente, son a menudo el «blanco de tiro» de los perros. Aunque a veces esto nos haga reír, no es normal. Un perro no puede ser «alérgico» a los uniformes, algo que como ya hemos visto no es la razón real de los mordiscos. El perro tiene que permanecer en su cesta y no ladrar. El único remedio en este caso será reñirlo. Es muy difícil esperar a que el perro se comporte bien para felicitarlo. 

Si salta sobre el invitado, debemos regañarlo. Tenemos que enviarlo con firmeza a su cesto. Si no quiere ir, lo cogeremos por la piel del cuello y lo meteremos dentro nosotros mismos. Tiene que permanecer allí durante todo el transcurso de la visita. Cuando el invitado se haya ido, podremos felicitarlo por su buen comportamiento.

Fuera

El aprendizaje de los «demás» es mucho más delicado. No siempre somos patrones de nuestro perro debido a esos «otros». Es frecuente ver a personas tomar la iniciativa de acercarse a acariciar a un cachorro. Así, lo incitan a que se excite y les salte encima. Luego nos costará mucho calmarle. Tenemos que utilizar el término «iNo!», y utilizar la correa. En cuanto el cachorro quiera saltar sobre alguien, tiraremos de la correa y diremos: «iNo!». Da igual que la gente nos encuentre severos. Serán mucho menos indulgentes con el perro cuando el labrador de 40 kg les salte encima.

Los niños

El problema se planteará, como con los adultos, en casa y en el exterior. Recordemos que son niños con los que el perro no trata de forma regular. Tomemos el ejemplo de una pareja de amigos que viene con sus hijos. Si nuestro perro convive con niños, la situación normalmente no plantea problemas. Por el contrario, si nuestro perro no ha visto nunca a niños, tendremos que estar muy atentos. 

Las órdenes de base (como: «iSentado!» o «¡Al cesto!») serán muy útiles. Pero no siempre podremos impedir que el niño vaya hacia el perro y quiera acariciarlo. Tenemos que delimitar de forma clara y firme el dominio del perro. Podemos colocar, por ejemplo, algunos cojines que no podrá franquear delante de su cesta. Pediremos al niño que respete esta «frontera». 

Es verdad que tenernos que educar a nuestro perro, pero también tenemos que protegerlo de los demás. Si son los demás los que provocan la falta, no tenemos que castigar a nuestro perro. Lo que no debemos hacer es encerrar al perro cuando viene un niño, porque el perro asociará su llegada con el castigo injusto y se volverá «alérgico» a los niños. Si protegemos a nuestro perro, aceptará mucho mejor la presencia del niño en su casa. 

También podremos exigirle que respete nuestras órdenes, puesto que respetamos su tranquilidad aislando su dominio. 

La situación en la calle es delicada. En estos casos, a menudo son los niños los que vienen hacia el perro. Es importante, para evitar los accidentes, conocer bien sus reacciones. Si pensamos que puede tener una reacción brutal, somos nosotros los que tenemos que evitar el encuentro. Si castigamos al animal será peor. Pediremos al niño que no se acerque, o mantendremos al perro con la correa lo más cerca posible de nosotros.

Los otros animales 

También aquí podemos distinguir dos categorías de animales: los nuestros y los que nuestro perro verá una sola vez (a estos últimos les daremos el nombre de desconocidos).

Los nuestros

Aquí englobamos a los animales que ya están en la casa cuando llega el cachorro y los que podernos adquirir después de su llegada. Nuestro animal tiene que acostumbrarse a todos estos eventuales cambios.

El cachorro es el «segundo» Ya tenemos un perro cuando llega el cachorro. Veremos a continuación el problema de la educación del «viejo». Pero miremos por ahora hacia el recién llegado. No podemos dejar que nos sienta «tiernos» e indulgentes con él. Tiene que aprender a respetar el lugar del antiguo. En caso de conflicto no debemos interponernos sin cesar entre los dos perros y defender al joven. Esto sólo reforzaría su posición de dominante y engendraría reacciones de agresividad en los dos campos, incluso mucho más tarde (¡sobre todo más tarde!). 

En cuanto el cachorro se acerca al cesto del viejo, diremos: «iNo!», y lo mismo haremos si coge sus juguetes o si come en su escudilla. Si el joven insiste, lo zarandearemos por la piel del cuello y lo reñiremos, pero también lo felicitaremos cuando se comporte de forma normal. El antiguo aceptará al nuevo si ve que tiene asegurado su lugar. 

Luego, dejaremos a los animales que establezcan su jerarquía entre ellos. Nuestra intervención tiene que limitarse a los primeros días para hacer comprender al viejo que el joven no lo sustituye, y al joven que él no es el rey. 

Debemos hacerles comer en lugares un poco alejados, pero al mismo tiempo. Tenemos que intentar hacerles vivir al mismo ritmo: salidas, pipís, paseos.

¿Como lograr que el viejo acepte al joven? 

Él tiene, en efecto, sus señales muy establecidas. También  en este caso tenemos que ayudar al perro a aceptar al otro para que el aprendizaje sea rápido. Contrariamente al aprendizaje de las órdenes de base, aquí colocamos a nuestro perro en una situación delicada. 

No ha sido educado desde el principio para aceptar a otro perro en su casa. Así pues, somos nosotros también quienes debemos poner toda nuestra voluntad. Sin provocar las reacciones de dominación frente al nuevo, tenemos que considerar que el viejo está en su casa. Es el joven el que tiene que acostumbrarse. Se trata de uno tarea muy dura para él, porque tiene que comprender que está en nuestra casa y que el territorio todavía está más limitado, puesto que una zona ya está ocupada por otro. Sólo así evitaremos las confrontaciones entre los dos para ponerse a prueba y podremos exigir un cierto comportamiento al viejo. Este tiene que respetar las comidas del joven y no comer tres veces al día como él. 

Tenemos que intervenir si le molesta durante las comidas, y no debemos ceder a las exigencias de un suplemento por porte del «viejo». Atribuiremos objetos y un rincón específico al nuevo y haremos que el viejo lo respete. Como ya veremos, el joven copia a menudo el comportamiento del otro. Si querernos tener dos perros bien educados, no podemos equivocarnos con la primera experiencia.

Los animales desconocidos

Estos desconocidos podemos encontrarlos por la calle o pueden venir a casa.

Encuentro en el exterior

El problema principal es enseñar a nuestro perro a no dejarse llevar por sus instintos. Tenemos que evitar las peleas. Siempre es más delicado manejar esta situación fuera que en casa, donde «lo vemos venir». Un perro que se está peleando ya no escucha a nadie. Por desgracia, sólo después de la pelea podremos enseñarle que no tiene que pelearse. Aquí se sitúa todo el problema de este aprendizaje. 

Sólo los trabajos prácticos son educativos. No provocaremos la pelea. Para evitarla tenemos que dominar a nuestro perro, con la orden de llamada, por ejemplo. Si nuestro perro se muestra peleón, tendremos que hacer muchos ejercicios de llamada. Ya hemos visto que la educación que se aconsejamos no utiliza ejercicios, pero son aconsejables en estos casos precisos para poder estar seguros de que nuestro perro responderá a la llamada incluso ante una situación delicada. Tenernos que llamarlo cada vez desde más lejos, y debemos provocar las situaciones difíciles haciéndolo jugar con el perro de un amigo y llamándolo luego en pleno juego. Sólo de esta forma nos escuchará antes de la pelea, ¿Qué hacer cuando llega? 

La primera regla es la de irse. Simularemos que nos vamos: a menudo los perros sólo se pelean en presencia de los amos para poner a prueba sus fuerzas. Si los dos propietarios se van, los perros los seguirán. También podemos intentar llamar la atención de nuestro perro llamándolo, sin gritar, y retrocediendo. Sobre todo no debemos interponemos: nos morderían con toda seguridad. Tampoco debemos defender al más pequeño. La solución no tiene nada que ver con las responsabilidades de uno o del otro.

Encuentro en nuestra casa

Recordaremos aquí las nociones evocadas en «El aprendizaje del territorio», adaptándolas a esta nueva situación, Nuestro perro se encuentra en su territorio. No debemos dar privilegios en ningún caso al visitante. Es cierto que a veces es delicado. Los invitados no entenderán siempre por qué no aislamos a nuestro perro cuando esto evitaría los enfrentamientos. Estaría muy mal visto pedir a los visitantes que encierren a su perro o lo lleven de nuevo al coche. Pero se trata de la mejor solución.

El perro invitado tiene que doblegarse a las costumbres de la casa. Si encerramos a nuestro propio perro le parecerá una provocación y una humillación: un intruso penetra en su territorio sin que él pueda defenderse. Nuestro perro no tiene que provocar al otro. Lo más sencillo es proponer a los amos instalar a su perro en un rincón de la entrada y hacer que el nuestro se quede en su cesta. Tampoco debemos colocar al visitante en una habitación que normalmente está prohibida a nuestro perro. Por otra parte, tenemos que intentar dejarlos en una habitación distinta de la que nosotros nos encontramos (en la entrada, por ejemplo). 

En efecto, la mayoría de las peleas se declaran en presencia de los amos. Durante su ausencia, el visitante se somete muy fácilmente a la dominación del residente. Pero a menudo el miedo de los amos los empuja a mantener al animal a su lado. 

Cuando la visita se haya ido, tenemos que felicitar al perro por su buen comportamiento. 

El aprendizaje de «los demás» es fundamental para completar la educación de un perro. Un animal bien educado en su casa pero completamente alocado o agresivo fuera de ella hace la vida imposible a su amo. 

Ya hemos visto la importancia de la noción de jerarquía en este aprendizaje, entre los propios animales y entre los animales y las personas. Estas relaciones son a veces difíciles de admitir para los propietarios. 

Veamos un último consejo para optimizar las relaciones de los animales con los «demás» si tenemos varios perros. Cuando los dos perros están acostumbrados el uno al otro, establecerán relaciones jerárquicas a veces diferentes de las debidas lógicamente a la edad. El joven puede volverse dominante. Tenemos que respetar, como amos, este orden de las cosas. De esta manera, favoreceremos siempre al dominante, para no contrariar las relaciones establecidas por ellos. 

Cuando adquirimos un nuevo animal, tenemos que respetar la posición de dominante del antiguo, pero sólo durante los primeros días; luego dejaremos que la naturaleza actúe. Esta oposición del amo a la jerarquía puede provocar peleas. Tenemos que acoger, por ejemplo, al dominante primero y luego al dominado. Si existe alguna pequeña pelea entre los dos, tenemos que reñirles a ambos, porque, tomando partido por uno o por el otro, podríamos modificar su relación. Tenemos que ser un amo para los dos a la vez y no un protector para uno de los dos. 

Si su relación cambia y el dominado se vuelve dominante, tenemos que respetar esta nueva situación. Insistimos sobre un punto: sólo permaneciendo siempre conscientes de estas relaciones jerárquicas aseguraremos el equilibrio de nuestro perro. 

A pesar de todas estas precauciones, quizá nos encontremos ante un animal difícil. No se trata obligatoriamente de un animal que muerde sin cesar (este caso puede existir, pero nos encontramos entonces ante un caso de patología grave). 

El animal difícil es encantador cuando le conviene la situación, y se vuelve imposible de dominar cuando la situación no es de su gusto. Los amos buscan entonces las situaciones agradables para el animal, evitan las otras para tener más tranquilidad y el comportamiento del perro empeora. Tenemos que reñir a nuestro perro y, sobre todo, no evitar contradecirle. Si no le reñimos, conseguiremos estar tranquilos durante un tiempo, pero tendremos que hacer frente a otros problemas más importantes y numerosos.


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