Si tenemos un perro al que le gusta buscar pelea, intentaremos encontrar a otro amo (¡y amigo!) comprensivo que quiera ayudarnos. Sacaremos a pasear al perro fuera y, al encontrarnos con el otro perro, manifestaremos una gran alegría frente al amo del otro sin ocuparnos de los animales. Si nuestro perro es hiperprotector estará contento de vernos tan alegres.
Si intenta llamar nuestra atención saltando encima del otro amo, tiraremos de la correa y haremos que se coloque detrás de nosotros. Si gruñe al otro perro y se prepara para atacar, concluiremos la conversación rápidamente pero sin ser bruscos y siempre manifestando alegría. El perro no debe percibir que nos vamos por su culpa.
Repetiremos este ejercicio al día siguiente. Lo ideal es realizarlo con perros distintos. Más adelante nos pasearemos juntos, los dos perros y los dos amos, para que entienda que la calle es de todo el mundo, abriendo una puerta y luego cerrando otra para evitar el contacto de los dos perros hasta el día en que la pelea explota a causa de un descuido. La separación aumenta los riesgos de peleas.
Tenemos que desviar su atención cuando se encuentran. Tenemos que jugar con ellos, llamarlos. Los más ansiosos ante la idea del encuentro son, finalmente y sobre todo, los amos.
El perro inquieto
Algunos perros son incapaces de permanecer quietos en un mismo lugar: las manifestaciones de su nerviosismo son los ladridos, los saltos, los tirones de la correa, idas y venidas por el jardín, etc. La vida en un apartamento es difícil.
El perro se sube a los sillones, baja de ellos continuamente. Duerme muy poco. Esto pone nervioso al amo que, al no soportar más a su perro, lo riñe o evita su contacto. El perro intentará llamar la atención del amo moviéndose todavía más. Tenemos que encontrar rápidamente una solución, puesto que el nerviosismo y la destrucción son una causa frecuente de separación.
LAS CAUSAS FAVORABLES
No siempre son responsa-bles por sí solas de este comportamiento. Normal-mente se asocian a las causas provocadoras.
la raza Tenemos que reconocer que existen algunas razas predispuestas a la agita-ción. Insistimos de nuevo sobre el interés de la bue-na elección de una raza.
La edad El perro joven es más ner-vioso que el perro adulto, pero esta agitación tiene que tener límites, Un ca-chorro que lo devora todo y que se mueve sin parar puede clasificarse, sin ries-go a equivocarnos, entre os animales que están anormalmente agitados. La forma de vida Las condiciones de vida del ama que no se corres-ponden a las necesidades del perro provocan la agi-tación. El perro puede pa-decer por una falta de ejercicio. La personalidad del amo también interviene: los que siempre van con prisas tienden a «fabri-car» un animal agitado.
Las causas provocadoras
La ansiedad
La ansiedad se asocia a menudo a las causas favorables, la catalizadora que permite la aparición del trastorno. El perro no consigue controlarse cuando presiente que su amo se va, cuando se encuentra en un lugar nuevo o cuando la situación es desconocida. Entonces se vuelve insufrible y el amo evita estas situaciones.
La socialización
Una mala socialización de partida también puede provocar nerviosismo. El cachorro que no ha visto nunca a otros animales tendrá un comportamiento de excitación en cuanto esté en contacto con un animal. También le costará controlarse en presencia de varias personas. Los niños lo excitarán fácilmente. Las sesiones de juego que no se controlan (tirones, gritos, etc.) conducen también a un estado de excitación permanente.
¿Qué se puede hacer? Si hemos escogido una raza predispuesta a este tipo de comportamientos, tenernos que priorizar el aprendizaje de las órdenes de llamada a la tranquilidad, es decir, los «¡Sentado!», « ¡Tumbado! » y «¡A la cesta!».
Ante todo, tranquilidad Tenemos que mostrar nosotros mismos una actitud tranquila, evitando los gritos, el ruido... Debemos imponer tranquilidad ante cada situación. También podemos utilizar las sesiones de juego si están muy estructuradas. Lanzaremos un objeto que el perro tiene que traernos de nuevo. Para que consiga controlarse, tenemos que pedirle que lo coloque a nuestros pies. No debemos ocuparnos del perro ni felicitarlo antes de que haya dejado el objeto, se haya tumbado y vuelva a estar tranquilo.
El salto sobre las personas
Es normal que un cachorro salte sobre las personas durante los primeros meses. Es, en efecto, lo que hace con su madre y con los demás cachorros de su camada. Pero tenemos que enseñarle que no debe hacerlo con las personas. Algunos perros mantienen esta mala costumbre.
Las causas
Los perros que no soportan la soledad manifiestan reacciones de alegría demasiado excesivas en forma de salto cada vez que regresa su amo o simplemente cuando se cruzan con alguien o con otro animal. Saltan también sobre todo lo que desconocen. Nos encontramos de nuevo con la ansiedad por la separación, la falta de estimulación y de socialización como causa de este trastorno.
¿Qué se puede hacer?
Si el perro nos salta encima, tenemos que agacharnos para saludarlo y mantenerlo en el suelo mientras le decirnos: «íQuieto!» o «iSentado!».
Lo felicitaremos si mantiene esta posición cuando nos levantemos. Tenemos que evitar que reemplace el salto con el lamido de la cara, Si lo hace, tenemos que rechazarlo. Los amos aceptan y buscan esta señal de ternura, pero a pesar de todo es preferible no permitírselo.
También podemos dar algunos pasos hacia atrás, suavemente. El perro saltará entonces en el vacío y le diremos a continuación que se siente. En esta reeducación, es necesario multiplicar los ejercicios de este tipo. Tenemos que provocar el mal comportamiento para poderlo corregir lo más a menudo posible. Tenemos que lograr, poco a poco, que el perro entienda que nuestra alegría está provocada no por sus manifestaciones exuberantes sino, al contrario, por su tranquilidad.
El ladrador
Este comportamiento es la causa de numerosos desa-cuerdos entre vecinos, tanto en la ciudad como en el campo. El amo debe tener siempre en cuenta las quejas de los vecinos, aunque el perro tenga razones para ladrar.
Las causas
Los ladridos excesivos pueden ser debidos a un miedo, a la defensa del territorio, a una reclamación o a un estado ansioso.
El perro puede ladrar en cuanto alguien pasa por delante de la casa o cuando oye el ascensor. Este comportamiento aparece normalmente entre los cuatro y los seis meses en los animales que no son precisamente de carácter dominante. De hecho, el tímido tiende a reaccionar de esta forma.
Una situación anormal para el animal, incluso repetida, puede provocar los ladridos. Un perro que vive con sus amos durante el día y al que se coloca en el jardín durante la noche tendrá este tipo de comportamiento. Algunas razas pequeñas están más predispuestas a los ladridos. Debemos rechazar el más mínimo fracaso desde muy pequeños.
¿Qué se puede hacer?
No debemos gritar al perro puesto que ladrará todavía más fuerte para tapar nuestros gritos. Nuestros gritos lo excitarán y le confirmarán que la situación necesitaba los ladridos. No comprenderá que es precisamente a él a quien gritamos.
Tenemos que pedirle que detenga los ladridos con el «iStop!» y permanecer delante de él sin movernos hasta que deje de ladrar. Esperaremos unos segundos y lo felicitaremos. Luego, iremos a ver qué sucede fuera pero sin él. Para corregir este trastorno, tenemos que hacer que alguien provoque ruidos en la casa. Pediremos al perro que no se mueva en un primer momento, iremos a comprobar sin él y luego con él, pero tiene que permanecer siempre detrás de nosotros. Luego, le permitiremos que vaya a ver por sí mismo y sólo le dejaremos ladrar cuando se encuentre delante de la «cosa» anormal. El perro tiene que entender poco a poco que una o dos señales son suficientes para prevenir al amo.
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