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EDUCANDO A MI PERRO: EL MIEDO A SOLEDAD


El miedo a quedarse solo origina numerosos casos de vandalismo, Como en el caso del perro ladrador, la ansiedad de la separación es a menudo la causa de este trastorno. 

Un animal demasiado apegado a su familia no puede soportar el aislamiento físico o afectivo. 

Esto puede producirse en casa, con los amigos o en el coche, y también desde los primeros signos de partida del amo. El perro toma, por ejemplo, un cojín, que sa-cude violentamente. El castigo no será nunca un remedio eficaz para esta situación. Al contrario, la empeorará.

EL ABURRIMIENTO

Aunque esto pueda parecer excesivo, un perro puede efectivamente aburrirse, sobre todo cuando está solo. En este caso no se trata de que tenga miedo de quedarse solo, sino de que no sabe qué hacer. La única ocupación que encuentra es sacar el relleno del sofá.

LA VENGANZA

Atribuir a una venganza el hecho de que el perro ha ocasionado algún desperfecto es uno de los errores que se cometen más a menudo. Suele ser motivo de malentendidos entre el dueño y el perro. El dueño se disgustó con el perro al ver hecho añicos el tan querido sillón, lo que le impide durante un buen rato, cuando menos, ser afectuoso con él. Todavía parece haber más motivos para actuar si ve en el que «era» su amigo la intención de vengarse. Este es el error. 

No tenemos que actuar castigándolo pensando que ha sido una venganza. Recuerde que el perro, al no poderse trasladar en el tiempo (debido a la falta de un lenguaje verbal), no relaciona, por mucho que nos esforcemos, la bronca con la acción que corregir. El único resultado que se obtiene, descargando injustamente la rabia sobre él, es una mayor desorientación del perro.

Los remedios

Vamos a estudiarlos en función de cada posible causa.

A la soledad

Si el perro destruye todo por miedo a la soledad, tenemos que empezar todo el aprendizaje que está relacionado con esto. Ciertas personas llevan a su cachorro a todas partes para acostumbrarlo a todas las situaciones. Luego, cuando alcanza la edad adulta, se vuelve más molesto y tiene que quedarse en casa. El resultado es que está acostumbrado a todo menos a la soledad. Entonces, tenemos que partir los dos desde cero. 

El miedo a la soledad está relacionado a menudo con una hiperafección al amo. No vamos a hablar de nuevo sobre las medidas preventivas que se tienen que tomar para evitarlo. En la práctica, no debemos reñir al perro cuando volvemos. Tenemos que hacer como si nada hubiera pasado, aunque los destrozos sean importantes, decirle que vaya a su cesta y salir de nuevo al cabo de un rato diciéndole: «¡Tumbado!», antes de irnos. Volveremos al cabo de cinco minutos. 

Felicitaremos suavemente al perro si todavía está en el mismo lugar. Si ha tenido tiempo de levantarse para destrozar algo, tendremos que reducir todavía más nuestra próxima salida. El perro tiene que asociar la salida y el regreso con su buena conducta y con nuestra satisfacción. No tenemos que darle tiempo para que pueda hacer disparates. Luego, poco a poco, prolongaremos la duración de nuestras ausencias.

Al aburrimiento

Si el perro se aburre, tenemos que distraerlo. Si se ensaña con todo, tenemos que darle algo sobre lo que pueda ensañarse. Pondremos a su disposición varios juguetes para perro que podrá destruir. Si destruye su cesta, no tenemos que cambiarla en ningún caso. Podemos utilizar productos amargos que colocaremos sobre los objetos, pero es preferible obtener una corrección natural de los trastornos. También podemos darle un objeto personal para que lo vigile. Se sentirá orgulloso de este nuevo papel.

Cuando escarba y araña 

Este tipo de destrucción se manifiesta únicamente en el exterior de la casa, pero también puede ser mal aceptada por los amos o los vecinos.

El «escarbador»

Los perros que escarban en el jardín sólo imitan a su amo. Si nuestro perro manifiesta esta tendencia, podernos intentar no trabajar en el jardín en su presencia.

Para él es muy divertido vernos enterrar algo e imaginar que lo desenterrará más tarde. Los amos excusan a menudo este comportamiento en el cachorro. Tenemos que reñirlo enseguida y pedirle que se siente a nuestro lado. Se trata también de la manifestación de un instinto de construcción de una madriguera. Las hembras en gestación lo hacen a menudo. Si no viven en jardines, rascan los cojines o la moqueta. 

Este comportamiento es normal, pero para evitar la destrucción del suelo de nuestra casa tenemos que poner a su disposición únicamente una caja de cartón con algunos trapos viejos dentro. Fabricarán de esta forma su «nido». Las hembras que durante la gestación están muy nerviosas también tienen este tipo de comportamiento. También podemos poner una caseta para perro en el jardín. Pero tenemos que dejar que el perro se tome su tiempo para instalarse. Si el amo se muestra impaciente de ver cómo el animal se tumba en la caseta, este puede llegar a ser «alérgico» a ella. 

El animal que escarba puede expresar a veces una frustración. Es el caso del perro que enviamos al jardín para castigarlo. Al escarbar se liberará del sentimiento de exclusión. El jardín tiene que ser un lugar de descanso, no de aislamiento. Si el perro escarba para escaparse pasando por debajo de la reja, podemos distraerlo colocando una pelota en el agujero. Entonces pensará más en sacar la pelota del agujero que en escaparse. También puede tratarse de un perro huidizo que quiere marcharse a cualquier precio.

El arañador

Los perros que arañan se ceban a menudo con las puertas o los muebles. Ciertas hembras arañan el sofá de su amo. Es el caso de las hembras que no han sido suficientemente rechazadas durante la pubertad y que tienen una actitud sexual frente a su amo. No debemos acariciarlos demasiado durante los periodos de celo, y tenemos que reglamentar nosotros mismos las caricias. 

Esta situación de arañazos se produce también cuando encerramos al perro en una habitación por la llegada de visitantes. El perro está en su casa y no es a él a quien debemos aislar.

La Jerarquización

Ya hemos visto cuál es la importancia del lugar que ocupa el perro en la familia para el aprendizaje de la vida con los demás y para construir las bases de una buena educación. Aunque esto sea turbador para algunos amos, el perro tiene que ser un dominado. No debe tomar nunca la iniciativa de nada, aunque algunas situaciones parezcan ridículas en un principio. 

Para la ansiedad por la separación, otorgaremos un lugar privilegiado a la noción siguiente: los trastornos de la jerarquización. Son la causa de numerosas manifestaciones del comportamiento de tipo patológico, sobre todo los mordiscos. La causa es una ausencia total o parcial de órdenes por parte del amo. El perro se considera entonces como el protector del amo o de la familia. También cree que es el jefe y que esta posición le permite imponer su ley. Si los miembros de la familia no la respetan, reaccionará con mordiscos, destrucción y ladridos... 

Un perro puede ser de carácter dominante, pero no tiene que ser dominante dentro de la familia. Dejaremos que estas relaciones de dominación se instalen entre dos animales. Ya hemos visto que la relación amo-perro se establece a través de cada orden: el perro come después de sus amos, se prohiben las manifestaciones sexuales, el perro duerme solo, etc. 

Se trata de actitudes que a menudo les parecen sádicas a los amos, pero no es así. Las relaciones jerárquicas anormales pueden conducir a trastornos graves del comportamiento.

El mordedor

Desgraciadamente, la agresividad es el principal trastorno del comportamiento en los perros. Esto es todavía más doloroso si tenemos en cuenta que las principales víctimas son los niños. Además, los mordiscos se dirigen a menudo a la cara o las manos. El término mordisco es una fuente de conflictos. 

Los amos dicen a menudo: «No ha mordido, sólo ha pellizcado». Pero podría, en un futuro, ser más grave. En efecto, el perro que pellizca sabe que domina a su amo y que sólo con pellizcar puede ganar la batalla. El perro que muerde por primera vez es menos consciente de su fuerza. Pero lo será si no corregimos este trastorno y se da cuenta de que provoca miedo al morder. Todas estas manifestaciones prueban una actitud agresiva. 

El perro reacciona con agresividad a cualquier molestia. Es evidente que un mordisco puede tener consecuencias más graves. Lo que nosotros entendemos como más grave es el hecho de que un perro que muerde hoy puede pellizcar mañana, y esto no seria un signo de curación, sino al contrario. Si nuestro perro tiene esta actitud, no debemos subestimar los riesgos. 

Tenemos que intentar entender por qué existe un comportamiento de este tipo y cómo podemos hacerlo desaparecer.

LAS CAUSAS

La principal causa de los mordiscos es una falta de jerarquización. Pero pueden existir otras causas, como las agresiones diversas hacia el perro. Hablaremos luego de las soluciones.

El dominante 

El perro se considera corno un dominante en el medio familiar y nadie le hace comprender que se ha equivocado. Actuará cuando una cosa no le guste, y el mordisco es una llamada al orden para los fuera de la ley (su amo, por ejemplo). 

El perro, Fuera de estos momentos de agresividad, se encuentra a menudo muy tranquilo y es muy amable. Esto es lo que hace que el amo diga: «Pero si no es malo. Sólo muerde de vez en cuando». Es el caso de los perros que muerden cuando les colocan la correa. No han aceptado este gesto. No quieren someterse. Algunos amos pasan su vida buscando formas de engaño cada mañana para poner la correa. Soportan esta situación hasta el día en que el mordisco es demasiado grave. La única salida es entonces la separación del amo y de su perro. Para evitar llegar a este punto, tenemos que reeducar al perro. 

El agredido 

El perro puede morder porque se siente agredido. Es el caso del perro que vigila la casa. Alguien entra en su territorio, él lo defiende y esto parece normal. Es lógico que el perro advierta de que hay alguien que viola su territorio. Para ello dispone de los ladridos. Si esto no es bastante disuasivo, puede gruñir. Pero no debemos animarlo a que muerda. Si queremos tener un verdadero perro guardián, tenemos que hacer que lo adiestren. Aprenderá entonces a morder «correctamente».

El perro enfermo 

Es lo que sucede con los perros viejos y enfermos. A veces muerden porque se sienten agredidos cuando los tocamos o simplemente cuando nos acercamos.

La falta de libertad 

El caso de un animal atado con una gran correa delante de la casa es clásico. Es la mejor forma para «fabricar» un mordedor. El perro siente que su territorio se ha reducido al espacio en el que puede desplazarse al final de su correa. No puede sustraerse a un eventual agresor. Este puede ser un niño que lo molesta o simplemente alguien que pasa demasiado cerca. El perro no avisará, morderá en cuanto pueda. 

La responsabilidad del amo 

No debemos descuidar este origen de los mordiscos. Algunas personas «animan» a su perro para que tengan esta actitud. Si el perro tiene que vigilar la casa y se trata de un perro que impone, lo educarán de tal forma que el mordisco será una respuesta banal para el perro. Ni siquiera un perro guardián tiene que morder. Tiene que ser disuasivo simplemente.

¿Qué se puede hacer? 

Es importante no rendirse, tanto separándonos del perro como cediendo. Algunos amos prefieren vigilar para no dejarse morder que intentar una reeducación. No es la mejor solución.

El dominante

Tenemos que encontrar un orden normal en las relaciones perro-familia. Todos los miembros de la familia tienen que situarse como dominantes. No podremos hacer que el perro lo entienda a través de las palabras y tendremos que intervenir con situaciones tipificadas. Estas situaciones e intervenciones son cuatro: la comida, el reposo, la sexualidad y pasar el primero. Detallaremos lo que puede modificarse para controlar a un perro mordedor en un primer momento y luego curarlo. 

Ya hemos visto las reglas de base. El perro come después de sus amos y solo, no duerme en la habitación, el amo no acepta ninguna manifestación sexual y mantiene la iniciativa en todas las decisiones. 

En el perro dominante mordedor no se respeta ninguna de estas reglas. El amo no hace esto de forma consciente. Se trata a menudo de soluciones cómodas: es más sencillo que el perro coma antes que nosotros, pero no siempre valoramos las consecuencias. Desgraciadamente tenemos que obligarnos a imponer estas reglas. Tenemos que hacerle comer después de nosotros, sin darle nada durante nuestras comidas. Si gruñe, tenemos que reñirlo y decirle: «Tumbado!» o «¡Sentado!». Si no lo dominamos, no debemos tocarlo, pero tampoco debemos ceder. Es un primer paso hacia la reeducación. 

Tenemos que proporcionarle un rincón blando y agradable y cerrar la puerta de nuestra habitación. Nos aguantaremos si grita. Si todas las situaciones se corrigen al mismo tiempo, el perro entenderá rápidamente que su estatus social está invirtiéndose. Debemos tomar la iniciativa en todo. Los amos se divierten a menudo viendo a un perro que trae su correa y que abre la puerta para salir. Esta situación no tiene nada de divertido en un perro mordedor, puesto que es una señal de dominación del perro. Nuestro perro tiene que pasar siempre en último lugar. Tenemos que reencontrar nuestro rango de dominante, y esto para todas las situaciones diarias.

El agredido 

Si el perro ha mordido de forma excepcional a un desconocido, no podemos hablar de trastorno del comportamiento, aunque esta reacción sea anormal. Por el contrario, si el perro muerde de forma sistemática al cartero, tenemos que actuar. Tenemos que empezar de nuevo todo el aprendizaje del territorio. Hay que hacer entrar a una persona en nuestra presencia y pedir al perro que permanezca detrás de nosotros. Si ladra de forma violenta, no debemos prestarle atención sino felicitarlo en cuanto acabe de ladrar. Comprenderá de esta forma que esta persona no lo está desafiando al entrar en su territorio y que esto es normal. Repetiremos la experiencia varias veces con algunos días de intervalo. Sólo de esta forma sabrá distinguir los verdaderos intrusos de las personas que nosotros conocemos.


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