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CUANDO LLEGA EL INVIERNO: BENEFICIOS DE LA EQUINÁCEA

COMO EMPEZAR LA EDUCACIÓN DE NUESTRO PERRO


Existen varios tipos de educación: estricta, relajada y, entre las dos, una mezcla de suavidad y firmeza. 

La educación, como veremos, está en función del carácter del amo (un carácter autoritario escogerá una educación estricta), de su forma de vida (horas de compañía, por ejemplo), del entorno (presencia o no de niños), del carácter de la raza (algunas son obedientes por naturaleza) y del carácter intrínseco del cachorro. A pesar de estas variaciones, algunas bases son inmutables y permiten adaptarse a todos los tipos de educación.

La disponibilidad 

Uno de los puntos esenciales de la educación familiar es que puede realizarse en cualquier momento del día... o casi. De hecho, es necesario que el animal esté disponible. Es necesario que esté atento a las informaciones que vamos a darle. Si decidimos sacarlo, por ejemplo, para enseñarle a caminar con la correa, no debemos despertarlo de un profundo sueño. Es necesario que lo sintamos receptivo y cómodo. Recordemos que, para ello, debe presentar la cabeza alta, las orejas tiesas, la cola horizontal, y se debe mostrar contento de aprender algo con nosotros. 

Si el perro se muestra sumiso, si «se hace el sordo», dejaremos para después la enseñanza o intentaremos que recupere la confianza.

No perder el tiempo 

Los amos tienden a pensar que los primeros días no deben molestar al cachorro, y dejan que el animal haga todo lo que quiera. Un buen día deciden que ha llegado el momento de la educación, y cambian de comportamiento. Entonces, el perro no comprende la nueva situación. Por lo tanto, el primer día para comenzar la educación es el día de la adquisición del animal. La primera noción es la de los puntos de referencia.

Puntos de referencia del perro 

Nada más llegar a su nueva casa, el cachorro se construirá sus puntos de referencia. Es interesante conocerlos bien, puesto que la estabilidad de estos puntos es fundamental para no fracasar en la educación y para el equilibrio del animal. 

Son cuatro: el territorio, el amo (y el entorno), los desconocidos y los demás animales. Debemos intentar utilizar estos puntos específicos y, sobre todo, modificarlos lo menos posible.

El territorio

El territorio del perro, aunque vive con nosotros, no es exactamente el mismo que el nuestro. Además tendrá que dividirse de forma distinta. En la naturaleza, el territorio de un animal o de un grupo es una zona prohibida al acceso de cualquier «extranjero», y amenudo muy bien vigilada. Los limites se señalan con olores. Los animales orinan en los árboles que delimitan SU «casa». Nuestro perro asimilará, sin duda, el apartamento o la casa como «su» casa. Extenderá la zona hasta el jardín, si lo tiene. Veremos más adelante la manera de hacerle respetar estos lugares para que no los riegue de forma regular con su orina.

En la naturaleza

Existen manadas de perros salvajes. Su territorio comprende tres zonas: el centro, que normalmente está ocupado por los dominantes; una zona intermedia, habitada por los machos a los que les gustaría ser jefes y sus hembras y, por último, la periferia, ocupada por los jóvenes machos.

Los cachorros de una camada organizan su territorio alrededor de la madre. Ella será la que los empujará un día a explorar el espacio y los «rechazará». Nuestro perro no es un animal salvaje pero mantiene algunos comportamientos de sus antepasados.

En el exterior de la casa

La noción de territorio se encuentra muy presente, incluso en los animales de compañía. Simplemente, se expresará de forma distinta que en estado salvaje. En el jardín, o en la calle situada ante la casa, el perro se sentirá en su casa. Se mostrará amenazante ante cualquier otro perro que entre en su territorio.

En la casa

Así pues, el perro es lo que llamarnos un animal territorial (a diferencia del gato). El cachorro delimitará rápidamente tres zonas en la casa: una para comer, otra para descansar y una tercera para hacer sus necesidades. La educación consistirá en delimitar estas zonas con él. 

En efecto, está fuera de lugar que el propio perro elija el único sofá del comedor para instalarse. Nuestro papel también consistirá en hacer respetar estas zonas cuando las hayamos delimitado. 

DISTANCIA DE SEGURIDAD

Existe una distancia llamada distancia de seguridad, comprendida entre los cinco y los diez metros. Si una persona o un animal sobrepasa esta distancia, el perro se escapa o ataca. Tendremos que obtener del perro, como veremos más adelante, una reacción intermedia gracias a la educación. Esta noción es muy importante, puesto que cuando el perro no puede beneficiarse de esta distancia de seguridad puede volverse agresivo. Es el caso de un animal atado delante de su casa y al que algunas personas vienen a molestar: el perro no puede retroceder para mantener una distancia de seguridad siempre igual frente al «agresor» porque está atado. Entonces se vuelve agresivo. 

Del mismo modo, muchos perros muy tranquilos se vuelven locos en cuanto se ven encerrados en un coche, ya que no tienen ninguna posibilidad de dominar la situación. Tenemos que intentar respetar siempre la necesidad de la distancia de seguridad. No debemos encerrar nunca a nuestro animal y, menos todavía, atarlo.

Los miembros de la familia

Haremos referencia aquí al amo y a todas las personas que viven de forma regular en la misma casa. Ya hemos visto que, aunque el amo es a menudo el más autoritario, todo el mundo tiene que participar en la educación. Esto también quiere decir que las reglas serán las mismas para todos. Si una cosa está prohibida, la prohibición tendrán que aplicarla los niños, los padres e incluso los abuelos. No es raro encontrarse con pe-rros completamente desorientados cuando sus puntos de referencia han desaparecido. Su reacción es la de poner toda su energía en detectar a las personas con las que ellos pueden hacer lo que quieren. Una energía perdida que sería mejor utilizar en una educación seria. 

El aprendizaje de los «demás» (personas y animales) es una de las bases de la educación. Lo esencial es tener siempre presente que todos los miembros de la familia deben ser dominantes frente al perro. El perro tiene necesidad de esta «relación de fuerza». Los amos dominados por su perro se mantienen así hasta un cierto nivel. El día en que este nivel se sobrepasa, el perro no entiende que su amo esté harto y empiezan los problemas graves (como mordiscos y agresividad). La autoridad forma también parte de los puntos de referencia necesarios para el perro.

Los desconocidos

Las personas que no conoce también son un punto de referencia para el cachorro. Tendrá evidentemente una actitud de desconfianza. Gracias a la educación, no se transformará en agresividad. El problema es que el cachorro no hace distinciones entre las personas que conocemos y las que no conocemos. Para él todos son extraños. También tendremos que enseñarle esta noción de «amigos del amo».

Los otros animales

Son: su madre —que representa el primer contacto animal—, los otros perros (que pueden ser sus hermanos y hermanas) y los animales de otras especies.

Su madre

Es absolutamente necesario que el perro consiga dominar sus tendencias naturales, que son el enfrentamiento y el ataque. Es necesario conocer los mecanismos para enseñarle esto. El primer punto de referencia animal del cachorro es su madre. Este lazo de unión le permite reconocer más adelante a los miembros de su propia especie. La ausencia de un animal de la misma especie durante el periodo neonatal puede provocar problemas graves en la edad adulta (agresividad e hiperafección por su amo). Este periodo de reconocimiento precoz recibe el nombre de periodo de improntación. 

El animal puede apegarse a cualquiera. Si no está su madre y permanece siempre en contacto con un peluche lo considerará corno si fuera de su especie. Si recogemos un cachorro que su madre ha abandonado, es fundamental que lo pongamos rápidamente en contacto con otro perro.

Los otros perros

Un segundo punto de referencia son los perros que no conoce. Aprenderá a comunicarse con ellos según unos ritos establecidos: se trata del conjunto de actitudes que adoptará nuestro animal cuando se encuentre con otro perro. Los perros se huelen, giran uno alrededor del otro, luego uno adopta el papel de dominante, y el otro, el de dominado. El dominado se coloca rápidamente en el suelo, sobre la espalda, presentando sus órganos genitales. Si ninguno de los dos adopta el papel de dominado, empieza la pelea.

Las demás especies 

El cachorro presenta normalmente un comportamiento positivo hacia las demás especies hasta el mes de edad. Se acerca a los demás animales, los huele e intenta jugar con ellos. Luego, esta atracción disminuye y se instaura el miedo a lo desconocido. Veremos la importancia de la sociabilidad del cachorro, es decir, el contacto con otros animales desde los dos meses.

Todos estos puntos de referencia del animal de compañía son, evidentemente, iguales a lo que sucede en estado salvaje. Se atenúan con la educación, pero tendremos que aceptar que en algunos momentos nuestro perro encuentre de nuevo sus instintos. Entonces tendrá reacciones inesperadas, puesto que son incontrolables para él. La educación permitirá limitar estas salidas de tono. 

Para un buen aprendizaje de las nociones básicas, debemos conocer siempre el comportamiento natural e instintivo del animal. Esto permite comprenderlo y adaptar las órdenes y la forma de darlas. 

Analizaremos ahora la forma de optimizar la utilización de nuestro lenguaje en función de la capacidad de comprensión del perro y de su comportamiento. En efecto, la utilización correcta de las palabras y de los gestos es una de las bases de la educación. Debemos saber expresarnos con él.

Utilización de nuestras 
«herramientas» de comunicación

Ya hemos visto anteriormente de qué disponemos para hacernos comprender por nuestro animal (la voz, los gestos, la mímica...). Veamos ahora cómo utilizar esto de la forma más eficaz. 

Ante todo, tenemos que recordar la siguiente regla esencial: nos comunicamos con él gracias a un lenguaje verbal y también a uno no verbal (gestos, sonrisas, posiciones). Los dos tienen que estar en armonía. Tenemos que entrenarnos en la utilización de nuestro cuerpo, nuestros brazos, etc. Si el perro no nos escucha y no nos obedece, no tiene por qué ser culpa suya. A menudo, en el origen de tal comportamiento está una incomprensión de nuestro mensaje. Los amos dicen: «Mi perro no me escucha», pero nunca dicen: «Mi perro no me entiende». También tenemos que cuestionarnos. Esto es válido en cualquier tipo de enseñanza.

Confianza y credibilidad 

Por medio de la autoridad, la confianza y la credibilidad crearemos relaciones afectivas con nuestro animal. Cuando comunicamos una orden a nuestro animal, tenemos que mostramos seguros y confiados. Del mismo modo, nuestro discurso tiene que ser creíble. Nosotros notamos perfectamente bien si una persona cree en lo que está diciendo o no. El perro también percibe esto. Si no estamos seguros de
nosotros, la relación amo/perro será falsa. 

Lo mismo sucede con el resto de los miembros de la familia. Todos deben tener claro que es normal que el perro no duerma en nuestra cama si lo hemos decidido de esta forma. De lo contrario, él aprenderá enseguida cuándo puede revolcarse sobre la cama, y ya no seremos creíbles a sus ojos cuando lo riñamos. 

La autoridad también es muy importante para conseguir que el perro nos escuche. Permite obtener obediencia sin recurrir al castigo. Esto no quiere decir «ser más duro». Los niños tienen a menudo mucha autoridad sobre el animal, sin llegar a ser brutales con él.

ACEPTARNOS EL UNO AL OTRO

Una buena comunicación exige también un entendimiento perfecto entre las dos partes implicadas. Cuando un alumno aprende una técnica, sea cual sea, es necesario que tenga confianza en su profesor y que se establezcan relaciones de amistad. Ocurre exactamente lo mismo entre nosotros y nuestro perro. Durante el proceso educativo, él es nuestro alumno. Tiene que aceptarnos como amo y querernos. Son raros los casos en los que el perro no logra congeniar con la personalidad del amo. En este caso, la elección del perro tiene mucha importancia.

Paciencia y buen humor 

No debemos querer ir demasiado rápido con nuestro cachorro, porque los riesgos de fracasar se multiplican. La paciencia es la primera cualidad que debe tener el amo. Cuántas veces vemos a alguien hablar dulcemente a su cachorro que se niega a caminar con correa, para finalmente acabar arrastrándolo violentamente hasta casa. El cachorro recordará únicamente nuestro nerviosismo y será muy dificil renovar el aprendizaje. Para ser pacientes tenemos que estar de buen humor, y siempre del mismo humor. No podemos permitir que nuestra reacción ante un mismo disparate sea distinta en función del día. Si nuestro perro ha destrozado un par de zapatillas completamente nuevas, estaremos enfadados. Un par de zapatillas es un par de zapatillas y no hay más que hablar. Tenemos que ser constantes con nuestras órdenes, con nuestras reacciones y con nuestra actitud dominante. ¿Cómo podemos hacerlo? ¿Qué palabras debemos utilizar?

Las palabras 

Es preciso ser breves y constantes, y estar tranquilos.

SEAMOS BREVES

Las palabras tienen que ser cortas, al igual que el nombre del perro (debemos evitar los nombres largos: dos o tres sílabas son suficientes). Las órdenes serán breves (diremos: «¡Ven!», y evitaremos decir: «Sabes, ahora tienes que venir porque hay que volver a casa»). Los amos tienen a menudo la impresión de que son secos al ser breves. Una sola palabra puede decirse también muy dulcemente. Una orden muy larga no se entenderá.

SEAMOS CONSTANTES

Tenemos que utilizar siempre la misma palabra para una misma orden. Si hemos elegido decir: «¡Sentado!», no podemos cambiar a: «iSiéntate!» o «¡Colócate!» 

El perro creerá que se trata de una orden distinta. Todos los miembros de la familia tienen que utilizar las mismas órdenes.

ESTEMOS TRANQUILOS

Los gestos 

No tienen que ser demasiado bruscos, para que no provoquen confusión y atemoricen al cachorro.

Generalidades

El «contacto» con el animal obedece a ciertas reglas. Unos gestos de felicitación demasiado exagerados, acompañados de gritos de alegría, pueden provocar en el animal tal miedo que lo incapacite para repetir lo que acaba de hacer aunque nosotros nos sintamos muy satisfechos. 

Tenemos que acostumbrar también a los niños a la dulzura en la relación con el animal. Sus movimientos, a veces bruscos, pueden provocar reacciones de agresividad por parte del cachorro. Está claro que cada miembro de la familia tiene sus gestos característicos, pero se tienen que realizar siempre con dulzura (excepto en algunos casos, en los que el aprendizaje exige firmeza en los gestos, como, por ejemplo, para caminar con la correa).

Es preferible utilizar (si es posible) una voz grave, porque el perro está más atento. Esta es la razón por la que los perros escuchan más atentamente a los hombres que a las mujeres. Tenernos que evitar, sobre todo, los gritos. Un tono seco y autoritario es suficiente. Incluso una reprimenda tiene que hacerse con calma (pero con firmeza). Tenemos que hablar lentamente y vocalizando bien, y no debemos utilizar nunca palabras que se puedan confundir y tomar por dos órdenes distintas, porque corremos el riesgo de que el perro no sepa distinguir la diferencia de sentido de los dos términos. 

CARICIAS

La mano tiene que servir para acariciar y no para pegar. Observamos a veces perros atemorizados en cuanto acercamos la mano a su cabeza. Existe un gran número de caricias, y cada una tiene una significación particular que debemos conocer. 

Las caricias sobre la cabeza, la nuca o el cuello se interpretan como un acto de dominación por parte del amo. Las caricias debajo del cuello son, al contrario, muy agradables, e indican un gran afecto. Los golpecitos sobre el lomo, o incluso las grandes palmadas (según el tamaño del perro), son señal de amistad con un algo de dominación por parte del amo. 

En la edad adulta estos significados desaparecen, a veces porque el perro comprende el comportamiento de su amo y aprecia también las pequeñas palmadas de amistad sobre la cabeza, si es la costumbre de este. Pero al comienzo de la educación es preferible utilizar estos signos, porque son los que el perro entiende de forma instintiva.

Movimientos y posturas 

Coger a un animal por la piel del cuello y zarandearlo es interpretado por el perro como un acto de cólera del amo.

Esto no hace daño en ningún caso al perro, aunque aúlle. Si utilizamos este gesto, tenemos que mostrar seguridad. La firmeza se entenderá si es justa y si nosotros mismos creemos en ella. Y cada miembro de la familia tiene que utilizarla con la misma convicción y firmeza. Repetimos que los gestos tienen que ser complementados con la voz. Si decidimos «reñir» a nuestro animal tenemos que hacerlo con un tono seco. 

Los pequeños movimientos de los dedos son muy útiles. El perro los percibe muy bien. Tenemos que intentar obtener lo que queremos con los movimientos más sencillos. De este modo, toda la familia los podrá utilizar. Por ejemplo: el dedo que señala el cesto significa que debe ir a dormir. Levantar a un cachorro del suelo y hablarle con una voz fuerte le impresiona mucho. Es una postura de dominación completa del amo, al igual que girar a un animal sobre la espalda y mantenerlo así. Algunos perros lo hacen además de forma natural presentando su vientre para que los acaricien. La sumisión del animal es total en ese momento. 

Es importante manipular al cachorro desde muy pequeño, tanto durante el juego como durante el cepillado. Tienen que realizarlo todos los miembros de la familia. Esta manipulación le permite saber quién es el amo, y dejarse curar o limpiar más tarde. Es muy penoso encontrarse con animales «intocables» cuando, en realidad, no se les realiza ningún daño.

Es importante aprender a acariciar al perro y a tocarlo, aunque esto pueda parecer superfluo. Es lo que permitirá a nuestro animal entendernos correctamente. La educación de un perro exige un conocimiento y un dominio de uno mismo perfectos, y también un control de los propios medios de comunicación, puesto que cualquier error puede tener consecuencias molestas. Quizá sea eso lo que significa ser un buen amo. Este autodominio adquiere su mayor importancia en la administración de las recompensas y los castigos, que abordamos a continuación.

Recompensas y castigos

Veamos ahora cómo utilizarlos correctamente y, sobre todo, cuáles son las reglas que se tienen que respetar para no equivocarse pensando que se está actuando de forma correcta.

Actuar de forma positiva 

Existe una educación llamada positiva, que se basa esencialmente en las recompensas. Es lo que proponemos exclusivamente. En efecto, la educación punitiva no se puede practicar en familia, y quizá no sea la más aconsejada. Esto no quiere decir que el castigo tenga que excluirse de nuestra educación, sino que tiene que reservarse para situaciones muy particulares y utilizarse lo menos posible. La recompensa, por el contrario, será abundante y tendrá que darse cada vez que el animal haya actuado como el amo quería. La educación positiva utiliza lo más posible las actitudes y los comportamientos naturales del perro. Aprovecharemos el momento en que el perro se sienta para decirle: «iSentado!», y recompensarlo. El perro asociará entonces nuestra alegría o una golosina al hecho de que se haya sentado. Intentará em-pezar de nuevo, para agradarnos o para obtener un nuevo «caramelo». 

La recompensa aumenta mucho las posibilidades de reproducción de un comportamiento deseado por el amo, y es un método que se utiliza mucho en el adiestramiento de animales; las recompensas son a menudo la comida. La recompensa en la educación no será la comida cotidiana, sino algo inhabitual. Poco a poco, las recompensas serán más espaciadas y se mantendrá el comportamiento deseado. 

El juego también se utiliza mucho en este tipo de educación, que es más larga que una educación punitiva, pero mucho más agradable para todos y más duradera. 

Las recompensas permiten establecer una relación armoniosa entre el perro y la familia, Es más agradable para todos buscar una situación que comporte caricias que no una que comporte golpes. ¿Qué recompensas o castigos podemos utilizar?

Naturaleza de las recompensas y de los castigos 

Tienen que ser inmediatos. No intentemos humanizar a nuestro animal proporcionándole un juguete dos días después de una buena actuación. No relacionará una cosa con la otra.

¿Cuándo se debe castigar? Ya hemos visto que el castigo tiene que utilizarse de forma excepcional. Por lo tanto, es algo que nosotros le hemos prohibido formalmente, tendremos que ir a comprobar si alguien está poniéndolo nervioso o si un gato se encuentra cerca. De otro modo, el castigo se vivirá como una injusticia.

LAS RECOMPENSAS

La recompensa debe tener un valor inhabitual, excepcional. Es el equivalente a un regalo. El perro tiene que poder comprender que estamos contentos. Unicarnente de esta forma repetirá lo que le pedimos, esperando provocar con ello nuestra alegría. El comportamiento, una vez adquirido, ya no necesitará de tales recompensas. Pueden ser golosinas, si no tiene la costumbre de comerlas. Pero cuidado, no es necesario cebar a nuestro perro. Con un pequeño pedazo es suficiente; no hace falta darle toda la caja, aunque estemos muy contentos porque finalmente ha aprendido a hacer sus necesidades en el exterior. (Se recomiendan las galletas para perros). 

También puede tratarse de caricias abundantes acompañadas por «palabras dulces» o simplemente frases afectuosas. Esto depende de nuestra naturaleza y de la de nuestro perro. Algunos amos son muy efusivos y prefieren los grandes abrazos a las galletas, Sobre todo no debemos «sentir vergüenza» al felicitar a nuestro animal.

LOS CASTIGOS

También esto tendrá que ser algo excepcional. Encerrar al perro en nuestra habitación o en su caseta no tiene sentido si normalmente puede ir allí cuando quiere. Por el contrario, meterlo en el garaje, donde él no va nunca, puede percibirse como un castigo. Debemos evitar golpear a un perro con la mano: la mano tiene que ser únicamente una «herramienta» para las caricias. Del mismo modo, la correa tiene que utilizarse únicamente en los paseos. Si queremos castigarlo, podemos utilizar un periódico, pero no tenemos que pegarle nunca con la intención de hacerle daño: podemos perder el control y sería peligroso. 

Podemos hacerle sentir miedo, pero el dolor físico no da nunca buenos resultados. Además, es necesario que este castigo sea accesible a todos. Lo más sencillo es agarrar al animal por la piel del cuello (como un conejo) pero sin levantarlo del suelo (apoyaremos la cabezo contra el suelo). Aullará porque, aunque no le duele, no Le gusta de ningún modo. Lo soltaremos únicamente cuando deje de intentar soltarse y deje de aullar. Ignorarlo completamente también es percibido como un castigo. Al perro no le gusta que su amo ya no se ocupe de él.

Un error ímportante 

Tenemos que asegurarnos de que el comportamiento problemático del perro es realmente debido a un error en su aprendizaje, y no a una causa inhabitual. Será preferible suprimir la causa que reprimirla de forma equivocada. Si nuestro perro, por ejemplo, ladra en su caseta y es bien porque es demasiado joven o porque no se encuentra dentro de sus capacidades. Si pedimos a un fox terrier que no ladre cada vez que alguien pasa por delante de nuestra valla, nos costará mucho que nos obedezca y una educación por recompensa será más adecuada. Será preferible recompensar al animal cuando deje de ladrar y no reñirlo en el caso inverso.

Una orden a su alcance

También tenemos que prestar atención a lo que pedimos a nuestro animal. Es inútil castigar por una orden no obedecida que está claramente por encima de sus posibilidades.

¿Ha comprendido bien?

Tenemos que asegurarnos de que nuestro animal ha comprendido bien lo que le hemos dicho. No debemos «saltar» a la primera ocasión para castigarlo. Debemos tornarnos el tiempo de repetírselo y de «decírselo» de otra forma. Siempre tenemos que castigar una misma falta: si el perro nos roba la comida, no debemos reñirlo sólo cuando se trate de un buen pedazo de carne, también debemos reñirlo por un pedazo de pan rancio. Es necesario castigar, con calma y serenidad, una falta que valga la pena, pero es preferible no utilizar esta forma de educación.

Las reglas de base 

Existen algunos principios que se tienen que respetar para optimizar estos métodos de educación.

Recompensas

Tienen que ser sistemáticas al principio y luego espaciarse. Tenemos que hacer esto una vez sobre dos y luego una vez sobre cuatro, etc. De lo contrario, el perro tendrá la sensación de que se trata de algo completamente normal y ya «no jugará más a este juego». 

Nuestra satisfacción será normal para él y ya no la buscará más. Así pues, esta búsqueda de la alegría del amo es la base de la educación positiva. No debemos tener miedo a ser ridículos. Una recompensa tiene que verse: grandes caricias, expresión de alegría (sin atemorizarlo). No obstante, no debemos otorgársela ante la realización incompleta de una orden. Si el perro nos ha pedido salir pero ha realizado sus necesidades sobre el felpudo, no vale; tiene que ir fuera para obtener la recompensa.

Castigos

El castigo no debe distanciarse nunca del momento del disparate, ni tan siquiera un instante. Si el animal ha hecho sus necesidades en la casa durante nuestra ausencia, no comprenderá en ningún caso por qué lo reñimos al volver. Peor todavía: asociará el castigo a nuestro retorno. Por esa razón es por lo que algunos amos piensan que el perro «sabe que ha actuado mal», porque se esconde cuando vuelven ellos. El perro tiene simplemente miedo del retorno de su amo. Además, puede ser que no haya podido impedir hacer un disparate. Si lo reñimos en diferido, se esconderá en cuanto lleguemos, aunque no haya hecho nada malo. 

También tenemos que evitar que sea siempre la misma persona la que riña al animal (si es posible, claro). De lo contrario, el perro ya no aceptará signos de afecto de esta persona. Representará para él el padre azotes, Debemos mantener siempre la calma. 

El nerviosismo amplificará el castigo de forma equivocada. El castigo tiene que detenerse inmediatamente después de un signo de sumisión del animal. Si nuestro perro orina por miedo o se tumba en el suelo no debemos continuar riñéndolo. Ya lo ha comprendido. 

No debemos tener nunca remordimientos, se trata de una regla universal. El que ha castigado, al igual que los demás miembros de la familia, no deben ni «desmoronarse» ni consolar al animal. 


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