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CUANDO LLEGA EL INVIERNO: BENEFICIOS DE LA EQUINÁCEA

LA IMPORTANCIA DEL AGUA EN LA SALUD DE LOS ANCIANOS


Sin agua no hay vida. Es el elemento indispensable para poder realizar los procesos órganicos de nuestro organismo. Es un recurso indispensable.

El agua puede considerarse como un verdadero nutriente, especialmente en las personas mayores, en las que hay que prestar mucha atención a su estado de hidratación. Aunque es bien cierto que el agua se excluye a menudo de las listas de nutrientes, es un componente esencial para el mantenimiento de la vida que debe ser aportado por la dieta en cantidades muy superiores a las que se producen de manera fisiológica en el metabolismo.

Cuando se le relaciona con alguno de los procesos habituales del envejecimiento hay que tener presente que alguno de ellos lleva consigo cambios en los mecanismos homeostáticos que con frecuencia producen alteraciones en el balance hidroelectrolítico y con efectos en salud que afectan negativamente al individuo, repercutiendo en una mayor morbi/mortalidad y, en suma, constituyendo uno de los principales problemas clínicos de las personas mayores.

No hay otra sustancia tan ampliamente involucrada en tan diversas funciones como el agua. Todas las reacciones químicas del organismo tienen lugar en un medio acuoso, sirve como transportador de nutrientes y vehículo para excretar productos de desecho, lubrica y proporciona soporte estructural a tejidos y articulaciones. Pero quizá una de sus funciones más importantes está relacionada con la termorregulación.

El agua ayuda a disipar la carga extra de calor, evitando variaciones de temperatura que podrían ser fatales. La vida sin agua sería imposible.

Sabemos que al envejecer disminuye la proporción de agua del organismo, por la transformación de tejidos ricos en agua (músculo) en tejidos pobres en ésta (grasa y huesos). Ello provoca que en los mayores represente tan sólo el 60% en hombres y 50% en mujeres, frente al 80% en la edad infanto-juvenil.

Las necesidades de agua varían de unas personas a otras en función del grado de actividad, ejercicio, patrón dietético, etc. No obstante, existen unos requerimientos medios que pueden cifrarse en torno a los 30 ml/kilogramo de peso/día, o aproximadamente en 1 ml por cada kilocaloría ingerida.

Los mayores habitualmente presentan una menor ingesta líquida como consecuencia de diversos factores: disminución de la percepción de sed, incidencia de enfermedades, consumo de fármacos, cambios ambientales, falta de accesibilidad, etc. Ello hace que éstos sean especialmente susceptibles frente a la deshidratación, un problema importante y responsable de muchas hospitalizaciones y en algunos casos coadyuvante en la muerte. Todo lo anterior ha de servirnos de reflexión y animar o sensibilizar a este colectivo, así como a los cuidadores y agentes de salud, con el fin de minimizar la incidencia de problemas relacionados con una ingesta deficiente de agua y estimularles para conseguir mantener la ingesta mínima diaria.

En su conjunto, la alimentación y nutrición de las personas mayores constituye un asunto de excepcional importancia cuando se aborda la salud de este grupo de edad en su integralidad, hasta el punto que forma parte de las grandes líneas estratégicas de prestigiosas instituciones como la OMS, CE (Nutri-Senex y Sexto Programa Marco VI PM), etc.

Asimismo, la Valoración Nutricional constituye un área consolidada e incuestionable dentro de la Valoración Geriátrica Integral.

El aporte nutricional de la dieta para una persona mayor está perfectamente definido tanto cuantitativa como cualitativamente. Así, podemos cifrar el aporte energético en torno a las 1.750-2.750 kilocalorías/día, en función de la edad, sexo, grado de actividad física y situaciones coadyuvantes (problemas de salud, infecciones, úlceras por presión, quemaduras, etc.).

Cualitativamente, la proporción en la que los macronutrientes intervienen en dicho aporte viene a ser la siguiente: hidratos de carbono, 50-60%; grasas, 30%, y proteínas, 10-15%. Además, hoy conocemos incluso los requerimientos o ingesta diaria recomendada de algunos micronutrientes como el calcio, magnesio, zinc, hierro, vitaminas, etc. En todo este escenario poco o nada se había tenido en cuenta hasta hace algún tiempo a un elemento tan esencial como el agua.

El protagonismo de ésta en cualquier tratado de nutrición es relativamente escaso, siendo abordada habitualmente en la sección de nefrología con motivo del equilibrio hidroelectrolítico o de la deshidratación.

Sirvan estos datos para que el agua adquiera el relieve y la notoriedad que le corresponde en sí misma, como elemento de aporte en la dieta y como un requerimiento básico desde el punto de vista nutricional.

El agua en la dieta-alimentación tiene una importancia extraordinaria, hasta el punto que debe adquirir consideración como un nutriente más. Una persona puede llegar a sobrevivir 50-60 días sin ingerir alimentos, pero tan sólo 3-7 días sometida a una restricción absoluta de agua.

En las personas mayores la importancia de una alimentación equilibrada y la inclusión en ella de un aporte de agua conveniente es fundamental.


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