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EL PESCADO Y LAS ENFERMEDADES CARDIOVASCULARES



Actualmente es indiscutible la relación entre la salud cardiovascular y la dieta. Numerosos estudios han comprobado que la incidencia de enfermedades cardiovasculares es superior en aquellas poblaciones con dietas ricas en ácidos grasos saturadas y carbohidratos refinados y pobres en frutas, vegetales, ácidos grasos monoinsaturados y poliinsaturados, en especial los ácidos grasos omega-3. 

Del mismo, modo los estudios de poblaciones que consumen grandes cantidades de grasa omega-3 de pescado han mostrado siempre una baja incidencia en enfermedades cardiovasculares. 

Desde el punto de vista de la salud cardiovascular, los ácidos grasos omega-3 (EPA/DHA) mejoran el perfil lipídico, ya que dan lugar a la producción de sustancias que reducen la presión arterial, producen vasodilatación arterial, tienen acciones antitrombóticas y previenen las arritmias y la muerte súbita. 

Además el ácido docosahexanoico (DHA), parece disminuir los niveles de epinefrina en la fibra muscular lo que podría disminuir la hipertrofia cardiaca en algunos procesos. 

Aunque los ácidos grasos omega-3 no dan lugar a cambios en el colesterol total, parece que el consumo de Omega-3 disminuye el colesterol LDL (“malo”), aumenta el HDL (“bueno”) y, sobre todo, reduce la trigliceridemia. 

En pacientes con hipertrigliceridemia se ha evidenciado que con dosis de 3 a 4 gramos diarios de ácidos grasos Omega-3 (EPA/DHA) se consigue una reducción del 45% en las concentraciones de triglicéridos. 

Los aceites de pescado contribuyen ligeramente a la disminución de la presión arterial, disminuyen el riesgo de rebloqueo de la arteria coronaria, después de una angioplastia, ya que parecen proteger el endotelio vascular, es decir la cubierta interior de las arterias en cuyo seno se producen las lesiones arterioscleróticas. Asimismo, puede incrementar la capacidad de ejercicio físico entre pacientes con obstrucción arterial, e incluso reducir el riesgo de arritmia, particularmente en personas convalecientes de un ataque de corazón. 

Un buen equilibrio en el aporte de ácidos grasos poliinsaturados (esenciales) y de ácidos grasos monoinsaturados (ácido oleico) retarda la aparición de lesiones arterioscleróticas. Los ácidos grasos poliinsaturados parecen retrasar o corregir la aparición de diabetes del adulto, lo que reduce también, a su vez, el riesgo cardiovascular. 

El cambio en el metabolismo graso que induce la toma de ácidos poliinsaturados, especialmente los omega-3, parece que no solo reducen la cantidad de colesterol LDL, sino que también eleva discretamente el HDL. 

Los omega-3 deben estar presentes en la dieta de las personas dado que son necesarios para funciones básicas del organismo como son: metabolismo lipídico, modulación de procesos inflamatorios, coagulación sanguínea, función endotelial y presión sanguínea o reproducción entre otros. En resumen, el consumo regular de pescado, especialmente azul, protege contra las enfermedades cardiovasculares. 

La cantidad recomendable sería de entre 2 y 3 gramos semanales de ácidos grasos omega-3. Eso corresponde a tomar pescado azul como mínimo entre una a tres veces a la semana. Otros alimentos enriquecidos con ácidos omega-3 pueden acabar de redondear la cantidad necesaria a tomar.


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