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EL VALOR DE LA PUNTUALIDAD


El significado original de puntual describía una punción hecha por un cirujano. La palabra ha significado muchas otras cosas a lo largo de los siglos, generalmente implicando ser preciso en asuntos pequeños. Hoy la puntualidad tiene que ver con el tiempo; un tren puntual o un pago puntual o una persona puntual aparece "en punto".

Una de las grandes virtudes personales es la puntualidad, «el cuidado y diligencia en hacer las cosas a su debido tiempo». La puntualidad es un deber, una obligación con los demás, inherente a las buenas maneras.

El tiempo es un tesoro que perdemos paulatinamente y nunca más podremos recuperar. Por ello, si consideramos nuestro tiempo como algo tan importante debemos tener presente que el tiempo del resto de los humanos tiene el mismo valor.

Llegar tarde a una cita de cualquier índole es una faltz de respeto que demuestra poca consideración con el tiempo de esa otra persona. Además, pocas veces tenemos en cuenta que llegar tarde puede tener consecuencias negativas en el trabajo y el ritmo de la persona a la que hacemos esperar. Por ejemplo, llegar tarde a una comida supone hacer esperar a otros comensales que están sentados a la mesa y ven cómo su plato se enfría porque tan sólo uno de los invitados no ha previsto el tiempo que necesitaba para llegar a la hora. Incluso nuestra tardanza puede llevar al traste el trabajo de nuestros compañeros. Valga como ejemplo la ocasión en la que desarrollamos un trabajo en equipo que tiene fijada una fecha de entrega. Para su entrega hace falta la firma y presencia de todos los coautores. Pero uno de ellos no aparece o llega tarde justo el día de esa entrega. La tardanza supone en ese caso concreto que se vaya al traste el esfuerzo depositado por todos en la realización de ese proyecto.

Nos acostumbramos a justificar la impuntualidad con el argumento de que lo importante es cumplir con nuestras obligaciones y no importa tanto el tiempo que nos tomemos para ello. Este motivo es también la excusa perfecta cuando llegamos tarde a una cita, al trabajo, a la consulta del médico o a una comida.

La organización es básica en nuestras vidas. Hay personas con un alto nivel de actividad que se sienten satisfechas con el gran número de tareas que realizan y no se dan cuenta de que hacen mucho pero no terminan nada a tiempo. El concepto del tiempo es fundamental, más en una época como la actual, en la que el estrés es cada vez mayor y el ritmo de vida más acelerado. Incluso el desarrollo de las nuevas tecnologías está eñfocado a economizar tiempo; hoy es más cierto que nunca el refrán «el tiempo es un tesoro».

La puntualidad ha de ejercerse siempre, sea quien fuere la persona a la que se la debemos. También es frecuente ser puntual sólo con las obligaciones laborales, y abandonar este buen hábito cuando nos espera una persona conocida o tenemos que entregar un trabajo del que no depende nuestra evaluación o nuestro sueldo.

Cuando hay un plazo determinado para entregar o finalizar una tarea no hay excusas para no cumplirlo. Importa tanto la calidad de nuestro trabajo como ser lo suficientemente responsables para entregarlo a la hora acordada. A veces, hacer tarde algo es lo mismo que no hacerlo.

Puntualidad en el trabajo

No deja de sorprender que determinadas personas de la oficina pongan siempre la misma excusa, casi con las mismas palabras, cuando llegan tarde al trabajo: el tráfico, el transporte público, el colegio de los niños o el coche parado repentinamente en la carretera. Ninguno de nosotros está exento de sufrir un percance en un momento determinado. Tampoco tenemos el don de la ubicuidad para estar en dos sitios al mismo tiempo en caso de que surja algún contratiempo. Lo cierto es que a veces estos imprevistos no se pueden controlar y somos conscientes de que toda regla tiene excepción. Pero las excusas tienen un límite. Debernos ser capaces de prever problemas tan básicos como el tráfico o derivados de cualesquiera de las actividades que forman parte de nuestra rutina cotidiana, pues si éstas son las razones de no llegar al trabajo puntualmente, el problema será constante. 

Hay personas que se acostumbran a llegar tarde al trabajo con un retraso de diez minutos todos los días. Llegan preparadas para explicar a su jefe que una vez más el atasco de la carretera de tal les ha jugado una mala pasada. La pregunta que surge en estos casos es realmente lógica. Si esas personal pueden llegar todos los días a las 9:10 AM cuando su hora de entrada son las nueve en punto, ¿por qué no adelantan su reloj diez minutos? No hay una explicación para la impuntualidad como norma. De hecho, se dan despidos laborales por impuntualidad. Ocurre que las personas que llegan tarde de forma sistemática, tampoco inspiran responsabilidad para ninguna tarea. ¿Y si el día que tienen que encargarse de ella fallan o también se retrasan? La impuntualidad afecta a todas las parcelas de la actividad profesional.

Puntualidad en las citas personales

La impuntualidad es más evidente en las citas personales. Lo cierto es que los impuntuales natos prefieren realizar los mayores esfuerzos para cumplir con las obligaciones laborales y hacen gala de sus peores modos cuando acuden a citas personales. Esta clase de personas, acostumbradas a ser las eternas tardonas, llegan a creer que su condición es conocida y aceptada por todos, y nunca más lejos de la realidad. Su planteamiento es el siguiente: «Llego tarde, pero esto no es una cita de trabajo, así que quien me espera sabrá entenderlo. Además, no me juego nada». Este argumento es francamente injusto e intolerable. 

Hay personas que incluso llegan a hacerse solitarias y a quedarse sin amigos por su reincidente impuntualidad. Nadie quiere quedar con alguien que va a llegar tarde siempre, fuere donde fuere la cita y la hora que sea.

No olvide que la consideración en este sentido se la merecen todos por igual, tanto su jefe como su amigo o familiar, aunque lógicamente le pasará más por alto el agravio quien le conozca mejor y tenga mayor confianza con usted.

• Adelante el reloj cinco minutos. Ésta es una manera de ganar tiempo y, en caso de llegar tarde, que el retraso sea menor. 

• Si va a llegar tarde a una cita o al trabajo, llame siempre que sea posible por teléfono. Lo menos que puede hacer si alguien está esperando por usted es avisar del retraso. 

• Las disculpas no justifican ni arreglan nada, pero no por ello debe dejar de darlas. Si usted no llega puntual a cualquier encuentro discúlpese. Ahora bien, si no existe una disculpa real, es preferible decir la verdad que inventar cualquier pretexto. 

• Si usted es impuntual por naturaleza, procure comprometerse lo menos posible con los horarios. Las horas prefijadas que no pueda eludir, como la entrada al trabajo, tendrá que cumplirlas, pero al menos no se comprometa con amigos para asistir a aquellos eventos que tienen una hora estricta de inicio. Será mejor que aclare que posiblemente vaya a llegar tarde y se atenga a las consecuencias, como no encontrar a ninguna de las personas con las que se haya citado cuando llegue al lugar de destino.


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