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EL LENGUAJES DE LOS GESTOS Y SU SIGNIFICADO


El lenguaje puede entenderse como un sistema incorporado expresable como gestos. La percepción de estos gestos depende del “sistema del espejo”, descubierto por primera vez en los monos, en el que los mismos elementos neurales responden tanto cuando el animal realiza un movimiento como cuando percibe el mismo movimiento realizado por otros. Este sistema permite entender los gestos en términos de cómo se producen, como en la llamada teoría motora de la percepción del habla.

El lenguaje verbal no es nuestra única manera de comunicamos. Además de las palabras, nuestro cuerpo, nuestra cara y los gestos que a veces voluntariamente y otras de forma inconsciente emitimos lanzan infinitos mensajes a nuestro receptor. Con los gestos es más difícil mentir que con las palabras, porque forman parte del lenguaje corporal, que es más complicado de controlar. El miedo, el entusiasmo, la alegría, la tristeza, el nerviosismo, etc., se transmiten a través de los gestos, incluso cuando la persona que manifiesta todos esos sentimientos no los reconoce expresamente.

Los gestos no sólo son un fiel reflejo del sentir de cada uno, sino que además pueden sustituir a las palabras. ¿Cuántas veces asiente usted o niega con la cabeza para afirmar o negar algo? Hasta puede ocurrir que una oferta o una pregunta se respondan afirmativamente con las pálabras mientras se niega con la cabeza. Ante esta disyuntiva, guíese del cuerpo, es una de las pocas situaciones en las que domina a la mente.

La comunicación gestual está tan presente en nuestra forma de comunicarnos con nuestros semejantes, que para expresar determinadas situaciones las frases hechas a las que acudimos simbolizan en palabras esos gestos. Así, habremos escuchado infinidad de veces dichos como «me estás tocando las narices», «me miró por encima del hombro», «tengo que ponerme de rodillas para que me perdone», «me tiraba de los pelos cuando supe que no había superado la prueba» o «le humillaron tanto que tuvo que irse con el rabo entre las piernas».

No podemos olvidar que las buenas maneras también se demuestran a través de los gestos, que asimismo evidencian la educación que cada uno de nosotros ha recibido. A través de los gestos podemos conocer la manera de ser de las personas, sus sentimientos, su disposición para llevar a cabo una acción y también su educación.

No es que existan reglas de buena educación que prohíban la gesticulación, pero no resulta agradable estar cara a cara con una persona que no deja de arquear las cejas, que mueve los ojos como si se fueran a salir de las cuencas oculares o que se toca el labio inferior con los dedos, por poner algunos de los ejemplos posibles. La primera de las sensaciones que esa persona puede transmitir es nerviosismo y desconcierto. Por un lado, su receptor tratará de seguir sus movimientos con la esperanza de llegar a descifrar cuál es su significado; por otro, no acertará a encontrar la tranquilidad.

Hay personas que se caracterizan por la gesticulación excesiva, por su constante actitud histriónica. Para ellas el vocabulario se queda corto y cuando hablan, y hasta cuando callan, gesticulan, como un modo de apoyar sus opiniones. No todos esos gestos complementan lo que podemos decir con palabras. Existe todo un lenguaje no verbal que, en lugar de servir de apoyo, dificulta la comunicación.

Pero no sólo se peca de histrionismo, también existen lo que podemos llamar personas estáticas, las que no mueven un ápice ningún músculo de su cuerpo, de su rostro o sus manos cuando conversan. Este extremo tampoco es positivo, pues normalmente se trata de personas que tienen una doble cara, que no se muestran como son ni se abren al exterior.

En definitiva, los gestos dicen mucho de los seres humanos y orientan sobre el modo de proceder. Seguro que a usted le puede llegar a poner muy nervioso una mirada fija, penetrante y mantenida durante treinta interminables segundos. Esa mirada no sólo le puede hacer perder los nervios, además le hará saber que esa persona que se la dedica tiene una personalidad firme y está muy segura de sí misma. 

¿En qué medida la educación juega un papel importante en nuestros gestos? Suponga que usted es el director general de una empresa importante y tiene a su cargo a más de cien empleados. Uno de ellos se dirige a usted para presentarle una queja y por un momento olvida la jerarquía establecida, mirándole por encima del hombro, como si la culpa del problema de que se trate fuera suya.

Seguramente ningún director general de una empresa importante permita a un empleado no ya que le presente una queja, sino que lo haga sin ningún tipo de modales, dando lugar a la confrontación y dejando de lado el lugar que ocupa. Esa mirada altiva es un gesto que atenta contra el saber estar y los buenos modos.

Existe un verdadero código de signos a los que se ha atribuido un significado casi universal, que usted comprenderá con la ayuda de la psicología y el sentido común:

• Cruce de brazos. 

Esta posición corporal siempre se ha identificado con la necesidad de protección, por un lado, y con una especie de sentimiento dominante, por otro. También puede constituir una reacción normal cuando la persona está enfadada y espera una explicación del responsable de su disgusto. Es difícil que una relación interpersonal fluya con naturalidad y pueda dar lugar a la confianza si uno de los dos interlocutores adopta esta postura.

• Puños cerrados y brazos extendidos. 

Cuidado con este gesto, porque se asocia a la pérdida de control y a las situaciones límite. 

• Morderse el labio inferior. 

No pretendemos hacerle pensar mal de las personas que están a su alrededor, pero la persona que se muerde el labio muy posiblemente está mintiendo o disfrazando la realidad.

• Mirada fija. 

Aunque a veces es de agradecer y parte de las personas sinceras que no tienen nada que esconder, también puede constituir una amenaza a la intimidad. Puede decirse que existe un espacio de tiempo prudencial en el que mantener la mirada fija en el rostro o los ojos del oponente. Sobrepasar ese tiempo supone a veces un desafío. También es cierto que las personas falsas e hipócritas suelen mantener pocas veces la mirada o ni siquiera miran a los ojos.

• Las manos pasando con fuerza por la cabeza. 

Este gesto es muy significativo y se traduce en sensaciones de frustración, estrés o agobio. 

• Rascarse la cabeza. 

No tendrá ninguna duda de que su interlocutor está dando vueltas o madurando alguna idea. Es posible que le haya asaltado alguna terrible duda de la que depende una cuestión relevante. Tenga en cuenta que su gesto también puede responder, sencillamente, a un picor repentino. 

• Movimiento constante de los brazos. 

La persona que al hablar mueve de forma constante y hasta impulsiva los brazos suele caracterizarse por la sinceridad y por tener una personalidad instintiva e incluso arrolladora.

• Manos en la cintura. 

Si alguien sujeta sus manos en la cintura o caderas mientras conversa, manifiesta una actitud expectante. Si además mueve sistemáticamente la rodilla estará enfadada y ansiosa porque alguien le dé una explicación.


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