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CUANDO LLEGA EL INVIERNO: BENEFICIOS DE LA EQUINÁCEA

VINOS DE AMÉRICA

 
Estados Unidos: El emblema del nuevo mundo
 
El noventa por ciento de la producción vinícola norteamericana se concentra en California y, dentro de ella, en dos valles emblemáticos para los aficionados al vino: Sonoma y Napa.
 
Situados unos kilómetros al norte de San Francisco, son una de las referencias obligadas en el mundo del vino.
 
Estados Unidos

- Superficie de viñedo: 415.00 ha.
- Producción vinícola: 19.200 hl.
- Variedades blancas: Chardonnay, Chenin Blanc, Sauvignon Blanc, Riesling.
- Variedades tintas: Garnacha, Pinot Noir, Zinfandel, Cabernet Sauvignon.


Sonoma

- Superficie de viñedo: 15.000 ha.

Napa Valley

- Superficie de viñedo: 30.000 ha.
 
La vida de los vinos norteamericanos (que también se producen en estados como Washington, Oregón, Nueva York, Connecticut, Pennsylvania, Ohio o Maryland, entre otros) ha sido incierta hasta tiempos relativamente recientes. Se puede situar en 1966 el comienzo de la historia de los actuales vinos californianos. Fue por entonces cuando, recién liquidada la recesión de los sesenta (las 140 bodegas de Napa se habían quedado en 25), Robert Mondavi convirtió su bodega en uno de los emblemas de la zona. Su trabajo marcó el camino que alumbraría el nacimiento de los nuevos vinos californianos.
 
Cuarenta años después, Napa Valley es una de las zonas más prósperas del mundo del vino. Dividida en nueve zonas diferentes, tiene más de 1oo bodegas, la mitad de las cuales ocupan posiciones destacadas. La zona de mayor prestigio internacional es Rutherford, productora de vinos de Cabernet Sauvignon densos, equilibrados y elegantes. Le siguen de cerca los vinos de Stag's Leap, que disfruta de un clima muy parecido, o Mount Veeder, una montaña situada entre Napa y Sonoma, cuyos viñedos, a más de 800 metros de altura, disfrutan de unos suelos de origen volcánico en los que crecen viñas de Chardonnay y Cabernet Sauvignon, características por su bajo rendimiento.
 
Además, habría que resaltar la madurez y la plenitud aromática de los vinos de Diamond Mountain, la concentración de aromas y sabores de los Zifandel de Howell Mountain o la notable personalidad de los Cabernet Sauvignon de Oakville.
 
El esplendor del Napa Valley se transforma en sencillez al llegar a Sonoma. Aquí todo es más cotidiano, empezando por la arquitectura de las bodegas. La zona se divide en distintas extensiones asentadas sobre diferentes valles, como el valle del río Russian, al oeste de Santa Rosa, donde crecen la Pinot Noir, la Chardonnay, la Sauvignon Blanc, la Syrah o la Zifandel, el valle del Dry Creek, el valle de Knights, el más pequeño, terreno propicio para la Cabernet Sauvignon, o el valle Alexander, el más fértil y cálido de todos.
 
Tanto Napa como Sonoma disfrutan de la presencia benefactora del océano Pacífico que provoca la aparición de bancos de niebla en las épocas más cálidas del año, impidiendo el paso de las radiaciones solares y retrasando la maduración de la uva. Es un factor decisivo para explicar el carácter y la personalidad de los vinos de la zona.
 
Cepas de ida y vuelta.
 
Las primeras viñas llegaron a estas tierras con los misioneros que acompañaban a los colonizadores españoles. Siglos después estas viñas repoblaron los viñedos europeos, asolados por la epidemia de filoxera del siglo XIX. Las cepas americanas se habían vuelto inmunes al insecto.

Argentina: El anuncio de una marea.
 
Dicen los expertos que los vinos argentinos están a punto de dar el salto al estrellato y conseguir la consagración en los mercados europeos, un sueño que persiguen desde hace mucho tiempo. La competitividad de sus productos y la consecución de un considerable nivel de calidad son sus argumentos.
 

Argentina.
 
- Superficie de viñedo: 210.000 ha.
- Producción vinícola: 15.835 hl.
- Variedades: Criolla, Malbec, Cabernet Sauvignon, Barbera, Merlot, Pinot Noir, Chardonnay, Torrontés, Sémillon.
- Consumo individual de vino: 32,11 litros/año.
 
Como sucede en la mayor parte de los países americanos, la viña llega a Argentina de manos de los colonizadores españoles, pero son las corrientes migratorias de los siglos XIX y XX las que marcan el panorama actual.
 
Alemanes, franceses, españoles e italianos llegan con sus viníferas más características y sus técnicas de elaboración, dibujando un paisaje marcado por la extraordinaria variedad de viníferas asentadas en el país.
 
La estructura vinícola del país no sigue el planteamiento tradicional de otras regiones vitivinícolas, estructuradas en torno a fórmulas similares a nuestras denominaciones de origen. Se establecen tres categorías diferentes para las elaboraciones: graneles, reservas (vinos de mayor calidad que los anteriores) y vinos finos.
 
La inmensa mayoría de la producción vinícola argentina (alrededor del 91 %) se concentra en las provincias de Mendoza y San Juan (situadas al amparo de la impresionante cordillera andina), correspondiendo la primacía absoluta a Mendoza. Esta región vinícola por excelencia ofrece algunas referencias a tener en cuenta, como Maipú y Luján de Cuyo, donde se obtienen los mejores vinos finos del país, nacidos de la calidad de la Cabernet Sauvignon y la Malbec, que se cultivan en sus pagos.
 
San Juan, con sus 40.000 hectáreas de viñedo, aporta más cantidad que calidad. La Rioja, la zona más antigua y de menor tamaño (apenas 7.000 hectáreas) se sitúa en la llamada zona andina norte, junto a Catamarca, Tucumán o Salta, zonas concentradas en la producción de blancos finos y blancos abocados. Río Negro, en la zona andina patagónica, ofrece uvas de gran calidad, destinadas a la producción de los espumosos argentinos, aunque la mayor parte de la producción se reparte entre algunas de las grandes marcas del champagne. Provincias más alejadas, como Ayacucho o Córdoba, están ofreciendo nuevas vías a un trabajo que cada día busca, de forma más decidida, el camino de la calidad. La reducción del rendimiento de las plantaciones y la selección de variedades ofrecen sus primeros frutos, en forma de tintos de aromas profundos, más concentrados y estructurados, nacidos especialmente de la Malbec, a veces combinada con la Cabernet Sauvignon, y de la Criolla, la variedad autóctona más extendida. Los blancos siguen girando en torno a una variedad originaria de Galicia: la Torrontés.

 
Uruguay y la Tannat.
 
La Tannat, una variedad francesa poco apreciada en Europa, es la protagonista de la deslumbrante presentación en sociedad de los vinos uruguayos que han conseguido transformar en virtudes las características más agresivas de la variedad.
 
Chile: La gran esperanza americana.
 
La industria vitivinícola chilena vive un continuo proceso de crecimiento y desarrollo desde que, iniciada la década de los ochenta, se abordó la modernización del sector y se tomó, de forma decidida, el único camino que hace posible el despegue: el sacrificio de la cantidad en beneficio de la calidad.
 
Chile
 
- Superficie de viñedo: 183.000 ha.
- Producción vinícola: 5.658 hl.
- Variedades blancas: Chardonnay, Sémillon, Sauvignon blanc.
- Variedades tintas: Cabernet Sauvignon, Pinot Noir.
- Consumo individual de vino: 14,61 litros/año.
 
El proceso iniciado hace apenas 25 años, tuvo rápidas consecuencias. La más importante es que Chile se convirtió en el primer productor sudamericano de vinos. No fue un estallido sobrevenido, porque algún elaborador español, de primera línea, lo había anunciado con una década de antelación: «Chile es un paraíso para la viticultura». La posición de los bodegueros, empeñados en la lucha por la calidad, acabó de consolidarse, a lo largo de la década de los ochenta, coincidiendo con una de las coyunturas más desfavorables vividas por el sector, que vio reducirse la producción de vinos en un 5o %. El retroceso afectó, fundamentalmente, a los graneles y los vinos de baja calidad, pero las producciones de calidad, medidas por el nivel de acogida del mercado exterior, salieron fortalecidas: las exportaciones se multiplicaron por ocho y alcanzaron la cuarta parte de la producción total.
 
Estamos en unos viñedos dominados por tres variedades: la Merlot, la Cabernet Sauvignon y la Chardonnay, aunque encontramos otras variedades como las blancas Sémillon y Sauvignon Blanc. Sin embargo la pauta está en manos de las variedades tintas, que proporcionan vinos alegres, frescos y desenfadados, que evolucionan conforme avanza el dominio sobre las crianzas en barrica, incorporadas al proceso de producción en tiempos relativamente recientes.
 
Desde 1995, la producción vitivinícola chilena establece cinco zonas de producción claramente diferenciadas. La más antigua de ellas se estructura en torno al valle del Maipo, cercano a la capital, Santiago, donde se localiza la mayor concentración de viñedo del país. Es el punto de partida de buena parte de los vinos de Merlot y Cabernet Sauvignon chilenos.
 
Mucho más reciente es el valle del Maule, cuya consolidación como zona vinícola no llegó hasta la década de los ochenta, con el desarrollo de una viticultura más moderna. El clima, ligeramente más fresco que el de otras zonas, favorece producciones de calidad a partir de la Cabernet Sauvignon y la Merlot. Aún más reciente es Casablanca, en la región del Aconcagua, cuna de buenos blancos de Chardonnay y Sauvignon Blanc, variedades que multiplican sus aromas gracias a la lenta maduración de la uva.
 
A salvo de la filoxera.
 
Chile puede presumir de ser uno de los pocos países del mundo que no han sido visitados por la plaga de la filoxera. Su aislamiento geográfico ha mantenido sus vides a salvo, ofreciendo el singular espectáculo de 64,000 hectáreas de viñedo prefiloxérico.
 
Otros vinos americanos Canadá y México.
 
De norte a sur del continente, encontramos referencias: en Perú (donde los vinos se dedican a la producción de pisco) o en países ecuatoriales (donde se destilan para obtener aguardientes para la elaboración de brandy). México y Canadá, cuna de los exóticos vinos del hielo, centran nuestra atención.
 
Otros vinos americanos
 
México
 
- Superficie de viñedo: 45.000 ha.
- Producción vinícola: 1.412.000 hl.
- Consumo individual de vino: 0,17 litros/año.
 
De alguna manera, los vinos de México viven inmersos en una apasionante encrucijada. Aquí vieron la luz los primeros vinos del continente americano, pero las tendencias de consumo llevaron, en su momento, a la mayoría de las producciones a las plantas destiladoras, donde se obtienen los aguardientes. Menos del 10 % de la producción se dedica actualmente a la producción vinícola.
 
En torno a los viñedos (tradicionalmente asentados en la Baja California, Sonoma, la Zona Central, Aguascalientes y Zacatecas) se está registrando un movimiento renovador, que permite anunciar la llegada de una nueva época.
 
Canadá
 
- Superficie de viñedo: 81.000 ha.
- Producción: 445.000 hl.
- Variedades autóctonas: Elvira, Vidal Blanc, Chaunac, Niagara, Seyval Blanc, Maréchal Foch y Baco Noir.
- Consumo individual de vino: 9,03 litros/año.
 
No es fácil pensar en Canadá como un país vinícola, sobre todo teniendo en cuenta que incluso las tierras situadas más al sur sufren temperaturas de -20° C a lo largo del invierno. Pero el trabajo desarrollado con las variedades autóctonas y, especialmente, con la Vidal Blanc da vida a uno de los vinos más sugestivos y sorprendentes del planeta: el eiswein (literalmente, vino del hielo). Se trata de unos espectaculares vinos, elaborados a partir de uvas congeladas, al estilo de las elaboraciones alemanas y austriacas.
 
Los vinos de Hernán Cortés.
 
Los primeros injertos de vid llegan al continente americano en 1552, en los barcos de Hernán Cortés, que consideraba primordial obtener directamente de suelo americano el vino necesario para consagrar los oficios religiosos, que, hasta ese momento, se traía de España.



 
 

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