¿Qué son las grasas “trans” o aceites hidrogenados o grasas parcialmente hidrogenadas?
En los alimentos existen dos tipos de grasas "trans": las de origen natural y las artificiales. Las de origen natural se producen en el intestino de algunos animales, como la vaca, el cordero y la oveja, y se acumulan en su carne, en la leche y en sus derivados. Por eso, es conveniente consumir carnes magras o desnatados. Todavía no se dispone de suficiente información para poder determinar si los efectos de las grasas “trans” de origen natural son distintos de los de origen industrial.
Las grasas “trans” artificiales se producen al añadir átomos de hidrógeno al aceite vegetal. Este experimento se produjo a finales del siglo XIX y fue más que una curiosidad química. Resultó que las grasas parcialmente hidrogenadas no se estropeaban tan fácilmente como las grasas no hidrogenadas. Aguantaban el calor sin descomponerse y el proceso de solidificación era sencillo, lo que aumentaba sus usos, facilitaba su transporte y resultaba más barato. Estas características las hicieron muy atractivas para los fabricantes de comidas.
Las grasas “trans” proporcionan a los alimentos un sabor y textura agradable. Se utilizan para hacer margarinas, productos de bollería y aperitivos. Este tipo de grasas también se generan durante el refinamiento de los aceites vegetales y cuando se calientan a temperaturas muy elevadas (por encima de los 220ºC). En algunos restaurantes y cadenas de comida rápida los alimentos se fríen en aceites con grasas “trans” porque pueden utilizarse muchas veces sin tener que cambiarse.
¿Cómo afectan las grasas “trans” a la salud?
En 1981, un grupo de investigadores comenzaron a especular sobre la relación entre las grasas “trans” y los problemas de corazón. En 1993, un estudio realizado por la Universidad de Harvard apoyó la hipótesis de que el consumo de grasas parcialmente hidrogenadas contribuía a aumentar el riesgo de tener un ataque al corazón. En ese trabajo, los investigadores estimaron que sustituir un 2% de la energía proporcionada por las grasas “trans” por grasas insaturadas haría descender un tercio el riesgo de sufrir una enfermedad del corazón.
Hoy se sabe que tomar grasas “trans” aumenta los niveles de LDL, “el colesterol malo”, y baja los niveles del HDL, el colesterol bueno, que se encarga de recoger el exceso de colesterol y de trasportarlo al hígado para su eliminación. Su consumo promueve la inflamación, una hiperactividad de sistema inmune implicado en patologías cardiacas, ictus, diabetes y otras enfermedades crónicas. Consumir grasas “trans” también reduce la capacidad de respuesta de las células endoteliales, las células que recubren el interior de los vasos sanguíneos y que juegan un papel clave en la prevención de la ateroesclerosis.
Un análisis realizado por el Departamento de Nutrición de la Universidad de Harvard afirmó que si se eliminaran las grasas “trans” de la comida de EEUU se podría prevenir de 1 a 5 ataques al corazón y las muertes relacionadas con esta causa. Lo que significa que se podrían evitar una cuarta parte de los millones de ataques al corazón que se producen en EEUU.
Pero las grasas “trans” no solo están relacionadas con el aumento del riesgo cardiovascular, existen investigaciones que las vinculan con la enfermedad de Alzhéimer. Tres estudios dietéticos realizados en Chicago, Nueva York y Rotterdam analizaron la relación entre la ingesta de grasas en la dieta y el desarrollo del alzhéimer. El estudio de Chicago aseguró que un alto consumo de grasas saturadas duplicaba el riesgo de sufrir esta enfermedad, y si se ingerían grasas “trans” de forma moderada, el riesgo de sufrir alzhéimer aumentaba de 2 a 3 veces.
Situación en Europa y en España
Para conocer cuál era el grado de consumo de grasas “trans” en Europa, la Comisión Europea financió el proyecto TRANSFAIR 19. En el estudio se analizaron 14 países desde 1995 a 1996. En aquella época los valores más altos se registraron en Islandia y los más bajos en Grecia e Italia (1,5gr al día; lo que suponía un 0,5 % de la energía total ingerida). España se situaba en una media de 2,1 gramos al día en el consumo de grasas “trans”, lo que supone un 0,7% del aporte total de energía. Según la Fundación Española del Corazón, el consumo diario de 5 gramos de grasas “trans” puede aumentar un 23% el riesgo de sufrir una enfermedad cardiaca coronaria. Pero si reducimos el 1% del consumo de este tipo de grasas, disminuiría en un 2-3% las enfermedades cardiovasculares y su complicación principal, es decir, el número de infartos.
La Organización Mundial de la Salud y la American Heart Association recomiendan disminuir esta cantidad al 1% del aporte energético total (2 g día para una dieta de 2.000 kcal). Y la Autoridad Europea de Seguridad Alimentaria, la American Dietetic Association, la US Dietary Guidelines y la FDA no ponen límites: recomiendan reducir su consumo tanto como sea posible. A pesar de la necesidad de que exista una regulación sobre la utilización de las grasas “trans”, en España no existe ninguna normativa al respecto.
Principales alimentos en los que se puede encontrar grasas “trans”
Según el estudio, del año 2009, Ácidos grasos trans: fuentes y niveles de ingestión, efectos biológicos y contenido en alimentos comerciales españoles, de Fernández San Juan, la mayor fuente de grasas “trans” son las hamburguesas, patatas fritas, aperitivos (snacks), productos de bollería industrial, sopas deshidratadas y las pastillas de caldo. Un año más tarde, se publicó otro estudio del Centro Nacional de Alimentación, que analizó el contenido de 99 alimentos españoles. Los niveles más alto de grasas “trans” se encontraron en las galletas rellenas de chocolate, bollería infantil y cereales con chocolate. En el año 2005, una dieta rica en este tipo de grasas estaba constituida por 100 g de palomitas de microondas, una ración grande de patatas fritas y 100 g de galletas. Solo los tres alimentos suponían de 20 a 30 g de grasas “trans”.
Otros alimentos cuya composición se debe revisar son: los nuggets de pollo, crakers, galletas saladas, donuts, bizcochos, masa para hacer repostería, pizza congelada y margarinas. En realidad, hay que mirar los ingredientes de cualquier producto de bollería y repostería industrial, además de los helados, patatas congeladas, empanadillas y croquetas congeladas. Hay que desconfiar de aquellas etiquetas que declaren que se han utilizado grasas o aceites vegetales y no especifiquen el tipo.
Autor:
David Curto
Jefe de Gestión Asistencial, Sanitas Mayores
Jefe de Gestión Asistencial, Sanitas Mayores
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