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LA EDUCACIÓN Y LAS BUENAS MANERAS: TENER BUEN HUMOR


Tomarse las cosas con optimismo y buen humor es una de las terapias más eficaces para ser felices. Nadie está libre de los problemas, y la gravedad de éstos no se elige, sino que la propia vida la impone sin poder evitarlo. Por eso, la diferencia que hay entre una persona y otra no estriba en la ausencia de contrariedades, sino en tener la capacidad de afrontarlas con una actitud positiva. 

Lo cierto es que tener esta capacidad no va a solventar el problema del que se trate, pero sí va a ahorramos sufrimiento e incluso nos ayudará a suavizar el dramatismo que puede llevar implícito. 

El sentido del humor no se define como la capacidad de reír o sonreír. El concepto llega mucho más lejos y más bien puede considerarse una virtud del ser humano. Se trata de agudeza, de perspicacia, de tener un talante positivo ante las dificultades de la vida. Forma parte del carácter de la persona. Si no se tiene sentido del humor es difícil adquirirlo, no es una costumbre sino más bien una cualidad. 

Los expertos han afirmado en más de una ocasión que la persona que se ríe habitualmente no sólo es más feliz sino que lleva una vida más saludable y puede llegar a vivir más años. No les falta razón, porque igual que la salud del cuerpo se traduce en la ausencia de enfermedades y en un aspecto físico saludable, la salud del alma se materializa en la alegría y en el sentido del humor. 

Hay que reconocer que es difícil mantener la alegría en la adversidad y que hay momentos de tristeza en los que uno «no está para nadie». Pero no estamos refiriéndonos a los estados de ánimo temporales causados por algo circunstancial. Momentos de tristeza y alegría, de optimismo y pesimismo están presentes en la vida de todos y cada uno de nosotros. Sin embargo, dentro de ellos y como un rasgo más de la personalidad, hay quien sabe aguantar mejor el temporal. 

El sentido del humor depende de la capacidad de razonar, de valorar las cosas en su justa medida, de ser ecuánime para no dramatizar los problemas, en saber enfocar una broma sin enfadarse y ser capaces de poner buena cara a los malos tiempos. 

Una vez analizado el sentido del término, bajo nuestro modesto punto de vista, no hay que pasar por alto que el sentido del humor es esencial en la educación. Una persona educada en las buenas maneras ha de saber distinguir cuándo debe hacer gala de su sentido del humor, cuándo debe reírse de sí mismo y cuándo puede reírse con los demás, algo muy diferente a reírse de los demás. 

Es muy frecuente escuchar la estruendosa carcajada de una persona que no sabe qué es el sentido del humor respetuoso cuando ve a otra protagonizando una situación ridícula. Alguien que pierde el equilibrio o se tropieza y cae al suelo, o que es objeto de la burla de un tercero, es presa fácil de aquellos que alegando a su hipotético sentido del humor se ríen de la desgracia ajena. Pero resulta sencillo discernir entre el sentido del humor y la mofa o la burla. 

La educación implica respeto y tolerancia, por lo que las personas educadas deberán mostrar un sentido del humor en consonancia con esos valores, que no se sirva del ridículo ajeno y esté basado en una inteligencia especial para reírse de aquello que realmente puede provocar una risa sana. 


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